Ella era esa mujer hermosa que todos los hombres hubiesen deseado tener, bella, simpatica, abierta, amante de la vida.
Se casó a temprana edad, y fue una compañera incomparable siempre al lado de su hombre, luchando y dando ánimos... Cuando salía de paseo parecía que se iba de boda, arreglada finamente, con sus zapatos de tacón, sus labios bien pintados y dispuesta a presentar batalla ante cualquier adversidad.
Se arreglaba para él, el amor de toda su vida, tenían los mismos anhelos, los mismos gustos, las mismas ganas de aventura, pero ante todo se amaban sobre todas las cosas... El la miraba con ojos enamorados, y se reía de sus despistes como si de una niña pequeña se tratase.. ¡¡Cuánto amor se desprendía de esa pareja!!
La única mujer que logró llenar su vida, dándole unos hijos deseados, prometieron que siempre se apoyarían el uno con el otro, pero la vida es muy cruda y no siempre corresponde a nuestros deseos, un buen día él la dejó para siempre... Ella no podía entender como le había fallado, no era ese su plan, se tenía que haber ido la primera, o mejor todavía, tenían que haber emprendido juntos el último viaje.
Sola ya no era nada ¿para quién debía ponerse bella? Poco a poco fué desmejorando, no se arreglaba, ya no reía, ni siquiera lloraba, pues no le quedaban lágrimas.
El tiempo iba transcurriendo lentamente, dejando la huella de su paso en todo su cuerpo; no quería pensar, andaba incansable durante la mayor parte del día, solo quería andar y andar de esta forma parecía que alcanzaría el paso de la vida.
Una noche mientras cerraba los ojos para descansar, notó como una mano le tocaba el hombro, abrió los ojos algo asustada, pero entonces vió la cara sonriente de su hombre, la mirada dulce y su voz en un susurro le dijo:
- Vamos... he venido a buscarte...
A la mañana siguiente encontraron su cuerpo inerte sobre la cama... pero en su cara se dibujaba una feliz sonrisa.
Danae