Ciento treinta mil claveles para festejar la llegada de mayo. La batalla de las Es el gran mes en Córdoba. La ciudad se reconoce en su primavera y abre barrios, calles, plazas y patios para presumir de su belleza. Mayo acoge cuatro citas, las Cruces, el Festival de Patios, Rejas y Balcones, la Cata de Vino y la Feria de la Salud, que la hacen la capital más deseada de Andalucía.
 
Ciento treinta mil claveles para festejar la llegada de mayo. La batalla de las Flores, el acto que preludia el mes más bello en Córdoba, es el pistoletazo de salida de 31 días en los que la ciudad se acicala para propios y extraños. En ningún otro mes Córdoba es tan deseada. Las Cruces, el Festival de Patios, Rejas y Balcones, la Cata de Vino y la Feria de la Salud nos convocan a una fiesta continua donde la calle y la plaza se convierten en hogar de miles de vecinos y foráneos. Colores, aromas, luz, vino y gastronomía popular para una fiesta que se instala en nuestros sentidos e inocula felicidad.

Las Cruces

Desde ya los barrios más representativos de la ciudad celebran sus tradicionales Cruces. Pasen y vean. Son instaladas por peñas, cofradías y asociaciones de vecinos en las plazas, calles y alamedas más pintorescas. Las Confeccionadas con flores de vivos colores, a sus pies se extiende toda una escenografía costumbrista donde no faltan las cuidadas macetas y los objetos y enseres domésticos utilizados antiguamente. A sus lados se extienden barras donde degustar vinos amontillados y tapas de cocina popular en la que no falta el salmorejo, el pescado adobado o los flamenquines, rollos de carne empanados rellenos de queso y jamón ibérico del Valle de los Pedroches. La fiesta se prolongará hasta 2 de mayo, cuando se den a conocer los ganadores del concurso que cada año convoca el Ayuntamiento para premiar la cruz más bella.

El Festival de Patios

El 5 de mayo, Córdoba dará por inaugurado el Festival de Patios, Rejas y Balcones, una de sus citas más importantes. Y es que el patio es el alma de la ciudad, el lugar donde reside su espíritu y su memoria. Es un resumen sensitivo de la historia de Córdoba. Sus orígenes se pierden en época romana, en aquellos tiempos en que la domus poseía un corredor en el patio y un surtidor de mármol en su centro. Por lo general, su exterior estaba decorado de mosaicos con motivos divinos y alegóricos. Durante la Córdoba árabe, el patio fue un lugar íntimo y resguardado de miradas indiscretas. En él crecieron nuevas especies botánicas y se le concedió una renovada importancia a la fuente, la acequia y el estanque.
La llegada de la cristiandad volvió a abrir el patio hacia la calle para convertirse en un símbolo de invitación y exhibición. El patio ha sido la sala de estar de la ciudad, el punto de encuentro para la reunión y la tertulia. Afuera queda el bullicio de la vida cotidiana y dentro reina la paz y el sosiego, abrigado por los olores de los jazmines, geranios, buganvillas y rosales que lo perfuman y en el rumor de un fino hilo de agua que parece subrayar el silencio de la estancia. Córdoba posee dos tipos de patios, el que preside casas y palacetes señoriales, dispuesto en claustros, sostenido por columnas y arcadas, y decorado con ricas esculturas, y otro más humilde donde el enchinado sustituye al mármol, y el pozo con su brocal encalado a la fuente artística.
Los patios están repartidos por la ciudad histórica. Más allá de las trece estancias que enaltecen el señorial palacio de Viana o la plaza rectangular que se abre en el corazón de la posada del Potro, Córdoba muestra el mayor catálogo de patios populares en el barrio del Alcázar Viejo, un conjunto de calles que unen el Alcázar de los Reyes Cristianos con la iglesia de San Basilio. Otro de los itinerarios más interesantes discurre entre el barrio de Santa Marina y San Lorenzo por la plaza de San Agustín. La Magdalena también es barrio de tradición, al igual que San Pedro y Santiago.

La Cata de Vinos

Córdoba también acoge en sus tabernas la Cata de Vinos, donde ejercen de protagonistas los caldos de Montilla-Moriles. Aquí parece que los placeres adquieren otro acento. La ciudad muestra un paisanaje donde el roce y la palabra siguen teniendo tanta vigencia como la que los romanos le otorgaron hace dos mil años. Dicen los que saben que de aquella época son las tabernas que con los siglos se convirtieron en santuarios del arte del buen beber y del buen comer. Hasta nuestros días han llegado con aquellas enseñanzas y los que ahora las disfrutan lo hacen a sabiendas de que entre sus muros se atesora una parte de la magia de la ciudad.
Por eso Córdoba dispone de una ruta de las tabernas. Paladear un vino fino con una tapa de ibérico del Valle de los Pedroches tiene algo de ritual en alguna de las ochenta y tantas tabernas que se esparcen por la ciudad califal. En ellas el vino es el protagonista. Y lo es por méritos propios. En la vecina comarca de Montilla-Moriles se producen caldos de merecido renombre que no faltarán en la barra. En esta ciudad suelen brindar al desconocido un consejo: hay que comer en función de lo que se bebe y no al revés.
Ir de taberna en taberna es conocer la cara más íntima de la ciudad. Su centro urbano, su casco antiguo, su judería acoge desde tiempo inmemorial las casas, como aquí las llaman de cuya decoración hablan las viejas fotografías y carteles taurinos que decoran las porosas y añejas paredes. En otras hay viejos barriles, barras de madera y veladores de mármol.

La Feria de la Salud

La feria de Nuestra Señora de la Salud pone el broche de oro al mayo cordobés. Este año la feria se celebrará entre los días 21 al 29 y vuelve a constituir un punto de encuentro de amigos y familiares. La portada de entrada al recinto es el elemento distintivo de la feria. Cada año evoca un rincón tradicional e histórico de la ciudad. Cubiertas por miles de bombillas son una réplica estética a la belleza que encierra Córdoba, la capital andaluza que ha convertido un mes del año en la mejor excusa para darse a conocer.