No te des por vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que emaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal cuya grandeza,
necesita del agua y no la implora...
¡ Qué muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!