Lejos del hogar ancestral bajo las verdes hojas del olmo entre almohadones de rojas fresas la pulpa sabrosa de los frutos consumiéronse gota a gota.
Despacio, de prisa mirando y sin mirar al cielo bajo una cálida lluvia la rama del frutero se eleva, cambiando de posición, airosa entre placenteras semillas.
Encendiendo quejidos corola y pistilo entre las piernas. En la punta de la madura lengua todas las estaciones florecen. Lloran aceites los almendros e inflamado el rojo capullo reclama por su único ojo la intimidad de los bosques florecidos.
Posesión absoluta de los ciclos, transparente , sin coraza, ofrendando corola y tornasol convulsionando entre sus yemas, las blanquecinas aguas, fluyen eternas.
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