Renacer, como la aurora, desde el vuelo sin límites de un errante cometa. Invocar fórmulas inmemoriales de alegrías y lágrimas, rebasados pétalos nupciales, cubriendo la alta copa de las rancias cenizas. Olvidar aquellos ojos abismales escoltando las remotas cavernas del presagio. Latir de un naciente corazón, cristal tallado, en la coraza añil de un cielo restallante. Vivir, dejando atrás la edad sin nombre galopando en las sombras de las horas; sonido gris de la vigilia, dormido en los brazos del recuerdo. Regocijar, como una gota primigenia que fluye a la escondida acequia de la sangre; como un canto de mítico letargo que remiso se desliza por las coplas del alba. Poseer la luz, y no temer oscuridades ni silencios, y encontrar destellos en la oquedad hambrienta de la noche.
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