Como una estatua
que resguarda la noche, vivo anclado,
con la mirada hurgando en la distancia.
Tu imagen, una sonrisa asechando
en el tímpano del silencio.
Tus manos, alegres arañitas tejiendo
en mis ojos unas alas que se despiden.
¿Volverás a mi canción
con el traje emplumado
para abrazar mi lecho
envuelto en poesía?
¿Me ayudarás a leer
la tesis que prohíbes en tu armario?
Y no hay adiós, es solo una lámpara
que se enciende en la partida,
una llama clandestina
que nos aguarda sin dormir.
¡Volveré!
Solo espera el vuelo
de mis aves a tu jardín.