La noche esta triste, la luna sola y yo estoy muerto, pues haz de irte. Tú en tu cama estás descansando y yo mañana estaré esperando, pero seguro ya no he de verte.
Ameno día el que tu llegaste por la escalera ibas bajando, en tu mirada habría de verme, seguro estaba que eras ardiente, y mis amores, los descubriste.
Ahora en tu lecho estás llorando, la noche triste no habrá esperado, el tiempo marcha, y no se detiene, la luna crece y se va llenando, las hojas caen, y van muriendo.
Mi corazón se está asfixiando, pues haz de irte hasta el oriente, y sin palabras corrió mi mano, y entre caricias, cual mano ardiente, se unió a tu fuego, como inocente.
No fue ondina, tampoco silfo, fue la inocencia de aquel encanto que dio entre noches, calor y llanto y en tu partida perdí mi canto.
Estás tan lejos, como las nubes, y aquella rosa, está en mi mano, pétalos lloran, se ven fugaces, y la tristeza los va secando. Fueron testigos de los amores, y tú te marchas… se marchitaron.
Pálida luna, que vas paseando entre los signos del gran zodiaco, te miro triste como la lluvia, y en tu silencio te vas secando. En la miseria me voy perdiendo, quizás mañana, no me levanto.