¿Que hay más grato que oír la voz de un amig@, mirar su cara sonriente o sentir la calidez de su abrazo?
Una de las bendiciones más bellas de la vida es tener un amig@ con el que podamos discutir libremente nuestros temores y compartir entusiastamente nuestros sueños. Alguien que nos acepte tal como somos, a pesar de nuestros defectos.
Un amig@ verdadero nos anima, nos conforta, nos acoge como un gran sillón y nos ofrece un refugio a salvo del mundo. Un amig@ verdadero permanece a nuestro lado en los buenos y en los malos tiempos. Un amig@ verdadero nos escucha cuando necesitamos exponer un problema. Un amigo verdadero contesta el teléfono a medianoche y no se molesta por ello. Un amig@ verdadero nos defiende del mundo.
Hablamos de "amig@s" y de "conocidos" porque sabemos la diferencia. A los conocidos los encontramos, los disfrutamos y podemos dejarlos atrás fácilmente: pero la amistad echa hondas raíces. Aun cuando estemos separados por el tiempo y la distancia, la amistad continua creciendo y madurando. Todos hemos vivido la experiencia de encontrar a un viejo amig@ después de muchos años y descubrir que somos capaces de renovar nuestra relación como si la separación solo hubiera durado unos minutos.
Un proverbio nigeriano dice: "Sostén con ambas manos a un amig@ verdadero". Los amig@s verdaderos y fieles son, no cabe duda, un tesoro: tocan nuestros corazones y fortalecen nuestro espíritu con sus palabras, su toque, y algunas veces solo con el mero hecho de estar ahí, sin decir palabra.