Amar —nadie lo ignora— viene a ser como un juego: el juego de dos almas y el juego de dos vidas. Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego, si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo sutil de detenerse mientras sigue adelante, y una mujer bonita puede olvidarlo todo menos su última cita con su primer amante.
Por eso, allá... tan lejos... en tus tardes de hastío, puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste llenó de mariposas tu corazón vacío y de fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no pasó todavía tendrás que recordarme viendo en tu tocador aquellos espejuelos oscuros con que un día disimulaste un poco tus tijeras de amor.
Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros, te dirán que me he muerto —yo sé que será así — y te pondrás los mismos espejuelos oscuros para que nadie sepa que lloraste por mí.