Finalmente un manto de tinieblas comienza a cernirse sobre la Tierra, El Dios Hades ha despertado y con ello su ejército, ambos con la clara ideología de un mundo gobernado únicamente por el poder supremo de la Oscuridad, capaz de purgar hasta lo más profundo de un planeta infectado por las herejías de sus residentes.

Sin embargo así como el gobernante de los Avernos ha abandonado su sueño tras más de dos siglos, ha llegado el aviso de que la Diosa protectora de la Tierra también ha reencarnado para hacer frente a lo que inminentemente será una nueva Guerra Santa, a menos que alguien pudiese generar algún tipo de acción para interferir con lo previsto.

Italia…

A paso firme una sombría efigie avanza en los pasillos del Castillo europeo donde su presencia ha sido solicitada. Así es como tras abrirse paso frente a la guardia del lugar, aquel ente envuelto en lo que sin dudas es una de las 108 armaduras pertenecientes al ejército de Hades, apoya una de sus rodillas en el suelo en son de respeto hacia la silenciosa dama que se mantiene sigilosa en una amplia habitación, observando el cielo tras un cristalino ventanal.

- Pandora-sama… -

Profiere la masculina voz de quien mantiene su identidad sumergida tras el atemorizante yelmo que recubre su rostro.

- Aiacos, por fin has llegado. No hay tiempo que perder -

Confiere aquella con el título de líder sobre la armada del Inframundo, misma que ahora posa su mirada firme sobre la presencia de su receptor, aquel en quien ésta ha pensado como optimo para la realización de su encomienda.

- La esencia de Athena  ha despertado y se encuentra en el Orfanato, no muy lejos de aquí. Debes acabar cuanto antes con la vida de la joven reencarnación de la Diosa, pues sin ella no habrá obstáculo para que los cometidos del señor Hades se cumplen ¿lo entiendes? -

Dictamina la rígida fémina, reflejando en sus palabras el conocimiento sobre el nuevo despertar de Athena, algo completamente palpable en aquellas instancias y de lo que la misma Pandora puede ver como algo provechoso si es que aquella joven muere antes de que los mismos santos que deberían resguardarla lleguen a ella.

- Sí Pandora-sama, traeré la cabeza de Athena. No hay duda de ello -

Promueve casi entre dientes uno de los tres jueces del Infierno, Aiacos de Garuda, conocido y respetado por su poder en batalla.

- Será mejor que partas ahora mismo, como te he dicho; no hay tiempo que perder -

Adhiere finalmente Pandora para que automáticamente tras un gesto de respeto por parte del Kyoto hacia la ésta, el mismo se yerga y parta sin titubeo alguno hacia el Orfanato, donde su víctima ha de encontrarse.

- Espero todo salga como se plantea en mi mente, de esa forma no habrá lugar alguno a que los designios de mi señor sean inconclusos -

Menta para sí aquella que nuevamente posa sus oscuros orbes sobre el inmenso y cristalino ventanal frente a su persona, notando como el cielo paso a paso es consumido, es adentrado a una nueva etapa.