AVENTURA DE AMISTAD
Las velas francas de la amistad desplegadas, listas para enfrentar
cualquier viento, cualquier tormenta.
Así zarpamos tú y yo, amigo, por las aguas turbulentas de la vida.
Primero hubo tiempos de soles y de estrellas, cada uno vació su tesoro
en el otro, y así supimos quienes éramos. Pero luego la calma cedió y
los vientos soplaron fuertes y hubo que poner a prueba todo lo que
alguna vez habíamos puesto en palabras.
La lucha fue cruenta e impiadosa. El barco giró y ambos caímos al
agua. Era difícil reconocernos en la noche entre las olas, la lluvia y
los truenos.
A veces parecía que estábamos solos, pero luego nos veíamos, apenas a
lo lejos. Y un débil hilo de voz llegaba del uno al otro con palabra
blancas como palomas: "Resiste" "Ya pasará" "Atravesaremos esto
juntos".
Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta el fondo helado del
océano, y nosotros, exhaustos, solo pudimos aferrarnos a un pedazo de
madera para mantenernos a flote.
Pero el pedazo era demasiado pequeño como para soportarnos a los dos,
así que nos miramos a los ojos en ese momento y supimos que había
llegado la hora de la verdad. El instante preciso en que la amistad se
pone en juego.
Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron falta palabras para
saber exactamente lo que debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a
casa juntos. El pequeño trozo de madera nos hizo ver cuan grande era
nuestra amistad.
Turnados para flotar en la madera, llegamos a la costa. Uno nadaba y
el otro descansaba, después cambiábamos los roles. Allí esta encerrada
toda la filosofía de la amistad: cuando uno está caído, su amigo lo
levanta, y viceversa.
JUAN LOPEZ CORDERO