En una noche plena de estrellas
donde las nubes no ocultan la luna,
veo la inmensidad del mar
cuyas olas vienen a la orilla, se voltean y se van.
Siento la humedad
que deja la espuma blanca acariciando mi piel
el perfume de sus aguas
lleno de conchas y peces
con la cara vuelta al cielo
y que son propiedad del mar.
Su color azul de cielo
olas caminando sin parar
su sonido electrizante
son un recreo del alma
que solo Dios pudo crear.
También sirve de tumba
de aquellos que en cenizas
quisieron tener al mar
como eterna plañidera.