Mujer de una blancura transparente,
de un trozo de alabastro o marmolinas,
con raras contorsiones de serpiente,
tus ojos mostraban tu dilatada retina.
Te encontrabas toda desmelenada,
ebria de amor y de ilusiones loca,
me ofrecias tu pureza inmaculada,
tus besos inviolados y tu boca.
En la sombra, el fuego de tus ojos,
brillaba cual luiernaga encendida,
tras el vago temblor de tu mirada.
Succioné con pasión tus labios rojos,
y te entregué la esencia de mi vida,
en ese vivo crisol que me quemaba.
JOSE RAUL