Yo saludo a una amiga con alma de mujer,
blanca como la nieve, y honda como el mar,
su espíritu, es la hostia de su sonrisa,
al son de una lira crepuscular.
Ojos de evocadora, gestos de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar,
su risa es la sonrisa de Mona Lisa,
sus turbios ojos de inspiración abria,
Su corazón que no sabe de amor,
yo le voy a regalar una flor,
para que cada pètalo que saque,
sea para ella una gran ilusión.
Que con el tiempo se acordará,
de quién le hizo este poema,
con el fin que tenga ocupado
su nobre y gran corazón
JOSE RAUL