OREMOS X EL HERMANO PAIS DE HAITI…
JUEVES 14-ENERO-2010:
Primera Lectura
Lectura del primer libro de Samuel (4, 1-11)
Sucedió en aquellos tiempos, que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a Israel y los israelitas salieron a su encuentro. Acamparon cerca de Eben- Ezer y los filisteos en Afeq. Los filisteos se pusieron en orden de batalla contra Israel. Se trabó el combate y los israelitas fueron derrotados y sufrieron cuatro mil bajas. El ejército se retiró al campamento y los ancianos de Israel se preguntaban: "¿Por qué permitió el Señor que nos derrotaran hoy los filisteos? Traigamos de Siló el arca de la alianza del Señor, para que vaya en medio de nosotros y nos salve de nuestros enemigos".
Mandaron traer de Siló el arca del Señor de los ejércitos, que se sienta sobre los querubines. Los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, acompañaron el arca. Al entrar el arca de la alianza en el campamento, todos los israelitas lanzaron tan grandes gritos de júbilo, que hicieron retumbar la tierra.
Cuando los filisteos oyeron el griterío, se preguntaron: "¿Qué significará ese gran clamor en el campamento de los hebreos?" Y se enteraron de que el arca del Señor había llegado al campamento.
Entonces los filisteos se atemorizaron. Decían: "Sus dioses han venido al campamento. ¡Pobres de nosotros! Hasta ahora no nos había sucedido una desgracia semejante. ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas. Cobren ánimo, filisteos, y sean hombres. No sea que tengamos que servir a los israelitas, como ellos nos han servido a nosotros. Luchemos como los hombres".
Los filisteos lucharon e Israel fue derrotado. Todos los israelitas huyeron a sus tiendas. Fue una derrota desastrosa en la que Israel perdió treinta mil soldados. El arca de Dios fue capturada y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 43
Redímenos, Señor, por tu misericordia.
Ahora nos rechazas y avergüenzas; ya no sales, Señor, con nuestras tropas, nos haces dar la espalda al enemigo y nos saquean aquellos que nos odian.
Redímenos, Señor, por tu misericordia.
Nos has hecho el objeto del escarnio y la burla de pueblos fronterizos. Las naciones se mofan de nosotros y los pueblos nos ponen en ridículo.
Redímenos, Señor, por tu misericordia.
Despierta ya. ¿Por qué sigues durmiendo? No nos rechaces más; Señor, despierta. ¿Por qué te nos escondes? ¿Por qué olvidas nuestras tribulaciones y miserias?
Redímenos, Señor, por tu misericordia.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 40-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: sana!" Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés".
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Sobre las Lecturas de Hoy...
Un leproso queda libre de la exclusión comunitaria que significaba una muerte lenta y penosa. El milagro comienza con el contacto físico que Jesús le da a un leproso. Ya es una ruptura a toda la legislación de pureza ritual en aquella sociedad. Jesús no le pide al leproso curado ninguna contraprestación, solo que se presente al sacerdote, representante de la estructura religiosa. Lo que Jesús indica con esa invitación, es la necesidad de ser restituido a la sociedad de la que la ley del templo lo ha excluido. En el trozo del evangelio leído, encontramos dos propuestas concretas de forma de vida. Una, es la del Templo, que de manera implacable se eleva sobre la vida de inocentes y de personas vulnerables, decretando sobre ellas el peso de la maldición. La otra, es la de Jesús, que se solidariza con el dolor y la tragedia humana y que busca por todos los medios posibles limpiar el rostro de la humanidad. Cada creyente tiene el compromiso de hacer suya la propuesta de Jesús. Por el bautismo, estamos llamados a actualizar en la vida, lo que Jesús hizo y ponernos de parte de quien él se puso en la historia. Es una tarea que no da espera.
Alex & Odris