El amor maduro
ante los padres ancianos
(Reflexión a modo de carta de Jesús para hijoscon padres viejos)
Hoy te desesperas porque tus padres están viejos y achacosos. Se han convertido en una intromisión en tu apretada agenda, en una verguenza cuando estás con tus amigos.
Comprende: Ahora tus padres están viejos.
Es tu oportunidad de reflexionar y crecer en el amor.
Los he puesto en tus manos para que aprendas a amar.
El problema no son ellos. Eres tú que has olvidado de lo que es amar. Se te ha endurecido el corazón y ahora es el momento de recapacitar. Ahora te llamo al amor para con ellos. El amor todo lo vence.
Si ellos derraman su comida sobre su ropa, si les cuesta atarse los zapatos... así fuiste tú y ellos te amaron.
Si les cuesta hablar y repiten lo mismo. Así fuiste tú y ellos te amaron.
Si tienen sus manías y sus achaques... recuerda que así fuiste tú, y te amaron.
Si te parecen inútiles y si no comprenden las nuevas tecnologías recuerda que así fuiste tú, y ellos te amaron.
Si caminan muy despacio y sacarlos a pasear requiere de tu paciencia, recuerda, así fuiste tú y ellos te amaron.
Si se hacen las necesidades en la cama. Recuerda así fuiste tu y te amaron.
Si te gritan y se incomodan sin razón, recuerda los lloriqueos que ellos soportaron de ti. Todo por amor.
Si te dicen que no quieren vivir. Comprende. Sólo te están demostrando su dolor y frustración porque sienten ser una molestia en tu vida. Es tu oportunidad para demostrarles con tu amor que ellos son mas bien un don porque los amas.
Ellos te están enseñando a amar.
Recuerda, no hace mucho fuiste pequeño y ellos estuvieron a tu lado. Las mismas cosas de que te quejas las hiciste tú y ellos lo comprendieron todo. ¿Sabes por qué? Porque te amaron.
La misión de tus padres contigo no ha terminado. Yo me serví de ellos para darte vida y formarte en un hombre adulto, ahora te los pongo en tus manos para que te liberes de ti mismo y entres en la madurez del amor.
No temas. Yo estoy a tu lado.
Aprende a interpretar lo que te digan a la luz de mis enseñanzas y tendrás paz.
© Autor: Pascual Briceño
Vía: Sandra Valenzuela Q. Santiago de Chile