Oh, mi exquisita y bien amada,
que ventura agonizar en tus brazos,
y rendirle atributo a la vida,
por haber encontrado en ti un remanso.
Qué placer es la rosa de tus labios,
que recibes fervorosa los mios,
sintiendo tu corazón palpitante,
donde no perdemos ni un instante.
Sabiendo lo tanto que nos queremos,
que no hay nada en el mundo que nos separe,
desde el mismo instante que nos conocemos.
JOSE RAUL