Hoy es 14 de febrero, día especial en que celebramos el amor. Dios es amor. El amor primero y más excelso, por quien fuimos creados. Creados por su amor y para vivir en el amor. Así nos lo mandó a través de Moisés en su primer mandato: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Un mandato de amor, para vivir en el amor. Lo entendimos a plenitud en su Hijo Jesús, quien nos reveló en su persona, en su vida y muerte en cruz, el amor inconmensurable que Dios nos tiene. Él, Jesucristo, ícono del Padre. Uno en Él junto al Espíritu Santo. A Él la gloria por siempre. Nos enseñó a amar. El amor tiene muchas vertientes (filial, paternal, maternal, conyugal...), sin embargo, hoy meditaremos propiamente sobre la amistad. Él nos dijo: “Ya no los llamo siervos, sino amigos”. ¡Qué maravilla es tener un amigo fiel que nos escuche, que nos anime, que esté con nosotros en las buenas, pero sobre todo también en las malas! Gracias al Apóstol San Juan no quedamos tan mal ante el Señor. Fiel hasta el momento de la Cruz cuando todos los demás le abandonaron.. A pesar de las heridas recibidas del desamor e indiferencia a quienes le entregaba su corazón durante su vida terrenal, Jesús jamás se dejó de entregar, continuaba constantemente repartiendo amor, aún cuando no siempre era correspondido; incluso, entregó su vida por todos. La gran enseñanza del divino maestro es que no debemos ser renuentes a correr el riesgo de amar, aunque tengamos el miedo de no ser correspondidos. San Agustín, el ejemplo de Jesús, valoró mucho la amistad e incluso meditó mucho entorno a ella. Decía que la amistad es esencial para el bienestar personal en el mundo; pero la verdadera amistad, la única que perdura, sólo existe cuando está inspirada por Dios y cuando Dios hace de soldador o aglutinador. Abundaba afirmando que la amistad presupone amor, una verdadera unión de corazones y un compartir mutuo de cargas, al estilo de lo que Jesús hizo por nosotros. Y por último, concluía que la amistad está caracterizada por la confianza y la franqueza, y en su más amplia interpretación hay que extenderla a todos. Decía que nadie puede ser verdadero amigo de otro si antes no es amigo de la verdad. Este gran santo, por quien tengo gran admiración, tiene una bella expresión de lo que percibe en la amistad: “Confieso que me entrego sin reservas al amor de quienes me son especialmente íntimos, en particular si están agobiados por las contrariedades del mundo. Descanso en su amor sin ningún tipo de preocupaciones, porque siento que Dios está presente allí.” No podemos dejar de referirnos a San Pablo en su bellísima carta a los Corintios, capítulo 13, donde nos habla magistralmente del amor. La esencia de esta carta la resumimos en esta cita: “Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha”. ¡La clave es el amor!