MURIÓ DE NUEVO UN DÍA...
Murió de nuevo un día... yo la amaba, mas sin remedio se murió ese día... -¡Vuelve, Rabino, vuelve!... - yo clamaba - pero el Rabino rubio no volvía.
Pasó la niña veinte siglos muerta, murió Cafarnaúm de Palestina y el alma mía, inútil y desierta, lloraba de inmortal sobre las ruinas.
¡Y la amaba, la amaba... Su blancura la buscaba en la blanca nebulosa, su cabellera entre la noche oscura y en el Poniente su color de rosa...
Y al fin la hallé... Escondida entre los tules de una puesta de sol, estaba Ella; su carne inmóvil entre dos azules inauguraba la primera estrella...
Y la encontré más blanca todavía, flotando en el azul, sin vestidura, ¡qué blanca estaba así!... la niña mía tenía veinte siglos de blancura...
Clamé al Amor entonces... Voces buenas dijeron a lo lejos: - Te ha escuchado! - clamé al eterno Amor... y, a mi lado la blanca niña era una nube apenas...
Llegó el Amor. Los cielos fueron mudos, su leve paso silenció la esfera, llegó el eterno amor de pies desnudos, maduro el trigo de la cabellera...
"No es muerta... duerme!... y le ordenó: -¡Levanta! y Ella se alzó, delgada de martirio, y una voz le subió por la garganta como una abeja que abandona un lirio.
Y ha vuelto a mí... su cabellera oscura, su misma voz... pero en la mano fría con veinte siglos de amasar blancura, persiste el miedo de morirse un día....
ANDRES ELOY BLANCO
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