En el constante y rutinario tira y afloja de las parejas por tomar el control de la relación todo vale. Incluso, echar mano de ese pequeño artilugio tecnológico que tenía como función primigenia cambiar los canales del televisor: el control remoto. Pero no se asuste, no hablamos de tirárselo por la cabeza a nadie. Su posesión tiene un efecto bastante más sutil y eficaz.
Nadie duda de que los roles de las parejas han cambiado tanto que el cansancio no da licencias para apoderarse de lo que se ve o deja de ver en la televisión. Hoy son los dos los que trabajan por igual y se cansan por igual. El mantenimiento del hogar no es más una función exclusiva de algún sexo y, mucho menos, una razón para que sea el hombre el que tenga el control (remoto). Pocas veces el nombre de un objeto tuvo tanta carga de doble sentido.
"El control remoto es un símbolo de 'empoderamiento' del hombre sobre la mujer, aunque eso está cambiando", dice la psicoterapeuta de parejas Tita Díaz.
¿Cuál sería la solución, entonces? Según Tita, "la tolerancia y el respeto mutuo son condiciones fundamentales para que la pareja se sienta muy unida y que esas pocas horas juntos realmente se disfruten". Por esta razón, cada día son más los hombres que se pegan a las telenovelas y más las mujeres que disfrutan del fútbol.
Pero aquí se plantea otro dilema: ¿Es conveniente tener un televisor en la habitación matrimonial? Para la piscoterapeuta de parejas, la respuesta tiene dos partes: "Es conveniente porque la pareja puede irse a la cama más temprano. Sin embargo, muchas veces la televisión los divide y hace que la comunicación sea casi nula".
Lo más conveniente es llegar al justo medio, en el que la pareja pueda disfrutar de ver juntos la televisión, sin importar quién lleva el control, pero también es importante apagarla de vez en cu