Encogidos van sus hombros
cabizbajo, sin abrigo ni futuro; pobre y solo merodea el mendigo refugiándose en recodos que le ofrece algún camino. En su marcha ve de todo... Padres, madres y los niños, cuyos ojos conmovidos le dirigen con un guiño el mensaje nunca oído; Corazones tan sencillos arrojando al olvido la razón del sinsentido y el por qué vaga perdido ese hombre entristecido que parece estar herido y ante el mundo se ha rendido. Como el ave, que sin nido, cruza errante su destino.
Amanecer. |