¡Dime por qué te adoro! ¿Acaso eres real o imaginado? ¿Si ni siquiera te he visto, ni tu piel he tentado, ni he besado tus labios?
Navegando entre las nubes, una noche iluminada, asomaste como duende entre la brisa de ese aire nocturno, fascinado.
Llegaste, no sé en que instante preciso, pero ahí estabas, sereno, sin confusión como el alba llega después de la noche para afirmar el día y mi existencia.
Percibí tu voz dulce y armoniosa y tus palabras, asombradas, me quemaron alegre y diáfana, como un día de sol, te he soñado enamorado.
Hombre sin rostro, compañero de mi sendero abrupto y solitario, eres verde pradera salpicada de colores, para mi alma cansada lago tranquilo.
El universo se hizo nuestro cómplice, los planetas conjuraron el aquelarre de las horas y del tiempo, el infinito, y en ese infinito, todo comenzó, impreciso.
Duende de mi alma enamorada, hechicero de mil noches, embrujo, dime, si ni siquiera te he rozado, ¡Por que te quiero, dime!
¡Dime por qué te adoro!
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