El festejo del día de la madre constituye una tradición relativamente nueva, de comienzos del siglo XX. Relativamente, porque tiene antecedentes lejanos y próximos. En la Grecia antigua, con el festejo de la diosa mitológica Rhea, madre de Zeus. Y en la Inglaterra del siglo XVII con la costumbre de dedicar un domingo al año a ‘servir a la madre‘, preparándole un dulce: una torta muy especial. Los criados de la sociedad de entonces tenían para esto permiso y el día pagado.
Pero la costumbre universal se gesta, finalmente, con Julia Ward Howe, y nace, con Ana Jarvis, en los Estados Unidos. Se gesta en 1872, cuando Julia Ward Howe, a raíz de la guerra franco-prusiana, finalizada el año anterior, exhorta a todas las madres a unirse contra las guerras, y convoca un Congreso Internacional de Mujeres en favor de la paz.
Nace en 1914 cuando el presidente Wilson proclama Día de la madre, fiesta nacional, el segundo domingo del mes de mayo. Justo, irónicamente, en los albores mismos de la Primera Gran Guerra, de las dos mundiales que asolaron el siglo pasado.
La iniciativa fue de Ana Jarvis, quien, en 1905, dolida por la pérdida prematura de su madre, ocurrida el segundo domingo de mayo, propugna, a través de una extensa e intensa campaña, la celebración del Día de la Madre en fecha fija: la de su aniversario del óbito materno. Tuvo esta historia un fin anecdótico, pero que da que pensar. Viendo el sesgo fuertemente comercial que pronto adoptó la celebración del Día, se arrepiente Ana Jarvis de haberlo planteado y retira en 1923 la propuesta, demandando que se elimine la fecha del calendario de festividades oficiales. No tuvo sin embargo éxito esta vez. La celebración había asumido, prácticamente ya, carácter mundial, y un arraigo enorme.
En el Perú se instauró el año siguiente (1924), en pleno gobierno de Augusto B. Leguía, mediante Resolución Suprema, que, a solicitud del Ateneo Universitario Ariel resuelve -dice a la letra- ‘declarar día solemne, bajo la denominación de Día de la Madre, el segundo domingo del mes de mayo‘. La iniciativa fue esta vez del estudiante Carlos Alberto Izaguirre, presidente del referido Ateneo.
Hoy, la mayoría de los países, no todos, festejan el Día de la Madre en mayo, muchos un domingo, bastantes el segundo.
Pero pasemos ya la página histórica, y abramos la página del sentido de la fecha. Esto es: el agradecimiento al sacrificio que supone ser madre. Al amor que lo motiva. A su permanencia.
Bien sabe toda madre que sacrificarse por los hijos no consiste sólo en concederles un tiempo, por muy importante que sea: los meses de gestación, el día y dolor del parto, el de su cuidado en la infancia..., sino gastar en su beneficio la vida entera. Bien sabe la madre que el suyo es un oficio que no acaba nunca.
Tiene el amor de madre la permanencia de un instinto estable, y el carácter de un rasgo profundamente diferenciador de la personalidad femenina. Esa permanencia distingue justamente el instinto humano del instinto animal materno, que es transitorio, que a través del éxito reproductivo busca sólo la estabilidad de la especie. La madre es intuitivamente consciente de haber gestado -procreado- un ser humano, un ser superior, un ser que los cristianos sabemos que lleva impresa la imagen de Dios. Y en consecuencia ejerce.
La madre reivindica, por otra parte, con su sola presencia, la feminidad de la mujer frente al feminismo extremo. El valor propio que encierra la condición diferenciada de mujer, frente al feminismo que lo niega, con fútiles y contrafácticos pretextos, el de liberarla, por ejemplo, y a veces con dolo, de la ‘carga‘ de ser madre.
No me refiero, lógicamente, al feminismo que promueve la igualdad de derechos entre ambos géneros, afirmando, no negan-do, el irreemplazable valor de la personalidad femenina
Es en este contexto del valor femenino, donde cobra importancia el concepto y realidad de la madre-médica, profesional y mujer. Concepto y realidad que no se contraponen, cuando se vive el orden, que da a cada tarea su tiempo.
Que, al contrario, se potencian. Porque, a la tarea profesional del médico, la mujer aporta -son palabras del Fundador de nuestra Universidad de Piura- ‘algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad...‘ 1
Finalizo con dos frases de elogio a la madre. La primera tomada de un escritor francés: Quien quiere a su madre no puede ser malo.2 La segunda, de nuestro acervo universal: Dios mismo, al hacerse Hombre, quiso nacer de una Madre.