Cuentan que un día, allá por los comienzos del mundo, todos los insectos decidieron realizar una fiesta en el Cielo.
Como todos tenías alitas, eligieron el lugar más alto: el Arco Iris.
Sería una fiesta muy colorida.
Así, miles y miles de bichitos se reunieron y partieron en una gran bandada.
Por fin comenzaron la música y el baile, al tiempo que la multitud danzaba, desenfrenada y olvidada de todo.
Hasta del pobre Arco Iris, que no entendía nada de lo que estaba pasando.
Mientras esto sucedía arriba, abajo las demás criaturas se asustaron, porque el Cielo estaba totalmente cubierto de millares de puntos negros y del Arco Iris se veían apenas unas manchitas de azul y violeta…
Desesperado, el cielo comenzó a gritar:
- ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Vengan en mi ayuda!
Desde la tierra, los pájaros escucharon las súplicas y de inmediato fueron en su auxilio: durante muchas horas viajaron para llevar a todos los insectos de regreso a la Tierra…
El que más trabajo tuvo fue el picaflor, porque al ser tan pequeño, los insectos lo confundían con una libélula y no le llevaban el apunte. Cuando todo estuvo calmo nuevamente, el Arco Iris quiso recompensar a las aves.
Por ello, las reunió a su alrededor y les dió a cada una de ellas sus colores.
Al picaflor, colibrí o mainumbí, como lo llaman los indios Guaraníes, el Arco Iris le dijo:
- A tí, por ser el más pequeño y el que más trabajo ha tenido, a tí te daré todos mis colores.
Por eso, este pájaro lleva en sus plumas los siete colores del Arco Iris.