José Salguero Duarte
Viernes, 13 abril 2012
A través de mis tribunas de opinión, me he desnudado totalmente ante mis lectores, desde que comenzara a expresar mi sentir y pensar de todo cuanto me rodea, en los distintos medios de comunicación donde he colaborado y colaboro a nivel local, autonómico, estatal español e internacional.
Creyendo, que una persona que se dedica a escribir debe estar presente, siempre que le sea posible, en el núcleo o fuente donde se produzca la noticia, para después poder plasmar o escribir sus crónicas, poemas o cuadros a través de lo que capte y no de lo que cuenten otros.
Por lo tanto, escribo de los temas que expongo desde mis adentros, con unas terminologías sin medias tintas, dirigidas especialmente para un determinado lector. Ya que lo peor que le puede pasar a un articulista, es que alguien comience a leerle algo publicado. Y al ser infumable lo que ha escrito, el lector abandona la lectura, al no existir esa química necesaria entre el emisor (escritor) y el receptor (lector).
Consecuentemente, determinadas personas, conocedoras de mis creencias tanto religiosas, políticas y sociales, etc., se pueden sorprender al verme en templos o en las calles viendo a las imágenes que salen en procesión. Hasta el punto, que hace unos años en una Semana Santa algecireña, un conocido periodista me preguntó: “Espero que no te enfades, pero considerándote un hombre agnóstico, ¿qué haces tú aquí en la Iglesia?".
Constándole: La respuesta es muy sencilla, porque como mi mujer me acompaña a muchos eventos que asisto en mis tareas periodísticas, incluso a los festejos taurinos, sin gustarle a ella lo más mínimo. Yo le acompaño a que vea sus vírgenes y cristos, porque tengo claro que el respeto a la libertad, es esencial para el excelente funcionamiento de la pareja y de la sociedad en general. Además, le dije, le he escrito varias saetas y las canta.
Antes de proseguir, quiero dejar claro, que no tengo intención de herir sensibilidad alguna, pero como en España según figura en la Constitución se disfruta de libertad ideológica, religiosa y de culto; cada cual vive la Semana Santa según cree y siente. Teniendo claro lo que persigue el poderoso Estado del Vaticano, como presuntamente hizo el obispo de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig Pla, en la homilía que pronunció en la misa del Viernes Santo, retransmitida por la 2 de TVE, arremetiendo contra la homosexualidad diciendo entre otras cosas “Aquellas personas que hoy llevados por tantas ideologías que acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde niños que tienen atracción hacia las parejas de su mismo sexo. Y a veces, para comprobarlo se corrompen y se prostituyen, o van a clubes de hombres nocturnos. Os aseguro que encuentran el infierno".
Creo, que estas declaraciones en nada favorecen a la Iglesia, por lo tanto, la Semana Santa la disfruto a través de la cultura y de las artes. Embriagándome con unos matices y sentimientos difíciles de describir, que capto de las raíces y tradiciones más profundas del pueblo.
Y cuando las imágenes se encuentran ya en sus respectivos templos, recuperándose de tanto ajetreo de estos pasados días. Los ecos del sonido de los tambores y cornetas se alejan lentamente, como los truenos de una tormenta de verano. Siendo evidente, que no ha sido bien acogida por los cofrades la lluvia caída, porque las inclemencias meteorológicas aguaron las procesiones a muchas cofradías. Debiendo ser muy desalentador estar preparando el desfile procesional de un año para el otro, y llegado el momento no poder llevarlo a cabo. Pero, sin embargo, los labradores recibieron a la lluvia como una bendición divina, ya que sus cosechas eran ruinosas y agonizaban.
Por consiguiente, por mi forma de pensar, es lógico que para nada comulgue con determinados capillitas, ni con cierta sociedad de cualquier signo, pero menos aún con determinados políticos, los que durante la Semana Santa, caminan solemnemente en las procesiones a Dios rogando con el bastón de mando del cargo que ostentan.
Pero, por el contrario, admiro y muero con ese Jesucristo que a nadie temía cuando expulsó del templo a los mercaderes, dando de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos, entregando su vida por los demás sin nada a cambio.
Por lo tanto, estimada lectora, esa Virgen a la que adoro puede ser usted, su madre o la mía. Las que trabajaron y trabajan de sol a sol por unos míseros sueldos. Teniendo que hacer diariamente el milagro de multiplicar la poca comida que poseían o poseen, para alimentar a sus hijos e incluso socorrer a otros necesitados.
Y el Jesucristo que tengo por modelo lo puede ser usted, estimado lector, si es que reúne las condiciones para que lo suba a los altares, debiéndolo tener que demostrar en todo momento, pero muy especialmente cuando vengan mal dadas y se tenga que alinear con el poder o quedarse junto a los más débiles.
Por ello, para que lo admita entre los elegidos en mi edén, donde sólo tiene cabida la luz, la libertad, la paz, la armonía e igualdad. Debe realizar una lucha pacífica constante a través de la palabra, contra los opresores del pueblo. Llevando a la practica mi oración favorita que dice: “Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas que puedo. Y sabiduría para reconocer la diferencia".
Y debe ser así, porque en mi querida Andalucía, sufrimos un espinoso calvario político, social, cultural y económico, etc. Y caminamos desnudos y descalzos con los pies y manos atadas, por la senda que nos impone el sistema político capitalista imperante, por culpa de la falta de principios e ideales de ciertos nefastos gobernantes.