EL ARBOL GRUÑIN
aunque era el más grande del bosque y no necesitaba de su sombra para nada,
nunca la compartía con ninguno de los animales,
y no les dejaba sentarse cerca.
Un año, el otoño y el invierno fueron terribles,
y el árbol sin sus hojas iba a morir helado.
Una niña, que había ido ese invierno a vivir con su abuelita,
descubrió al árbol tiritando y fue por una gran bufanda para abrigarle.
El espíritu del bosque se le apareció,
y le contó por qué aquel árbol estaba tan sólo y nadie le ayudaba,
pero a pesar de todo la niña decidió abrigarle.
La primavera siguiente,
el árbol había aprendido de la generosidad de la niña,
y cuando esta se sentó junto a su tronco,
le dio la mejor de las sombras.
El espíritu del bosque lo vio y fue a contarlo a todos los animales,
que a partir de aquel año pudieron tener siempre la mejor sombra,
porque el árbol aprendió que con seres generosos
y amables el mundo era un lugar mucho mejor para vivir.
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