Jueves santo
que en aquella noche hubo muchas preguntas no formuladas,
muchos silencios buscando la palabra que consolara el corazón perplejo, muchos momentos en los que cada uno se refugiaba en sus desconciertos y dudas. Pero seguramente se percibía una corriente de intimidad cómplice por un amor mutuo. Es la admiración de los discípulos y el miedo a perder a aquel que los había sacado del anonimato de la vida dándoles un nombre nuevo y confiando en ellos más de lo previsible… Es el amor del Maestro que: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Más allá de las incertidumbres, más allá de los miedos y de las traiciones, más allá de lo que pueden razonar y explicar, es el cariño lo que los hace estar allí. Es el Amor que aquella noche llega a sus cumbres más elevadas.
y los discípulos, desde pequeños, han celebrado
este memorial, la cena del pueblo liberado,
la gran fiesta del pueblo que se reune para repetir y volver a hacer presente que el Señor, con brazo poderoso, liberó las débiles tribus hebreas de la servidumbre y de la muerte.
había hecho suya la causa de los pobres,
· para hacerlos salir hacia una nueva tierra
·
para hacerlos vivir la solidaridad,
· para hacerlos crecer en la justicia,
· para hacerlos construir la fraternidad.
asada de aquel cordero, las verduras amargas
de la aflicción comidas sin perder tiempo,
año tras año recuerdan quién es el Dios en quien hay que creer.
, esa cena toma un sentido nuevo, se carga
con un significado intenso. Ya en el horizonte se vislumbra la muerte del maestro.
, ¿Será la muerte de Jesús el final de aquella historia de proclamación del amor infinito de Dios, del anuncio de una nueva manera de vivir, de entrega total por todos los hombres?
La primera respuesta
la cena Jesús se levanta y realiza el gesto
insólito de lavar los pies a sus discípulos.
Y después les dice que ellos también tienen que hacerlo. Esa es la manera de vivir que realmente vale la pena: poner la vida entera a los pies de los demás, al servicio de los demás como Él lo hizo. Sólo así se vive de verdad y para siempre.
La segunda respuesta
toma el pan, toma el vino, lo parte y lo reparte a
aquellos discípulos que lo acompañan y los invita a repetir esta comida, y a reconocer su presencia permanente, viva, activa, transformadora para todos.
Cuando en cada Eucaristía nos reunimos y comemos este pan y bebemos este cáliz, proclamamos que Jesús, muerto por amor, está vivo para siempre junto a nosotros y en nosotros. Es la fuerza para los hombres y mujeres que quieren seguirlo.
La tercera respuesta
entrega el pan partido y el vino nuevo a sus
discípulos y apóstoles les dice: Hagan esto en memoria mía. Jesús les da el encargo de amarse según su Espíritu, los deja al servicio de la comunidad cristiana para que reproduzcan y den continuidad a su presencia en medio de los hombres.
Los discípulos reciben el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y reciben, además, el poder de consagrar y el mandato de “hacerlo en memoria del Señor”. El sacerdote ha nacido allí, en el cenáculo, en la Eucaristía. Hagan esto en memoria mía
en la última Cena, además de rememorar la Cena Pascual del pueblo judío, con corderos inmolados, haciéndose él mismo Cordero, Pan y Vino, quiso que su pueblo, la Iglesia, contara con hombres de barro que celebraran su misterio de amor, predicaran su palabra, crearan y mantuvieran la unidad, lo hicieran presente hasta el fin de los tiempos
Caminar en Jueves Santo es saber con el corazón que Dios, con tal de salvar al hombre, es capaz de quedarse en vivencias y sacramentos, signos y memoriales para que nunca olvidemos aquel paso que dejó, una resurrección, una eucaristía, un mandamiento, un nuevo pueblo, una esperanza viva y un código para la vida de todo cristiano.