Todos tenemos dones que debemos reconocer
En la primer carta a los Corintios, versículo 12, San Pablo nos revela un importante misterio sobre nuestra misión en la vida. Los dones que Dios nos da, son para beneficio común, para ser usados al servicio de la comunidad. Amaos los unos a los otros, como Dios los ama: las virtudes que naturalmente Dios da a cada uno de nosotros, deben ser el pilar de nuestra entrega a los demás.
¿Tiene esto relación con nuestra forma de ser? ¡Claro que la tiene!.
De algún modo cada uno de nosotros tiene un don de Dios más desarrollado que otros:
Algunos somos callados y observadores, pensantes y analíticos en la meditación.
Otros somos sensibles e independientes, y también creativos y expresivos.
Hay quienes son simpáticos y comunicativos, y también enérgicos realizadores.
Los hay considerados y misericordiosos, bondadosos y siempre atentos a los demás.
Algunos son maestros, juiciosos y ordenados, emprendedores y trabajadores.
Hay gente que coopera siempre, humilde y obediente en la entrega y ayuda al grupo.
Y gente alegre y jovial, optimista y siempre activa en el gozo de vivir.
Hay otros que son lideres y fuertes, luchadores por las causas justas y la verdad.
Y también gente tranquila y conciliadora, que une y elimina motivos de división.
Si estudiamos la vida de los Santos (¡debemos hacerlo, son los modelos a imitar!) veremos que hay distintos modelos de santidad: hay santos que llevaron la virtud de la humildad a la perfección (Santa Teresita, por ejemplo), mientras otros han sido soldados que llevaron la fortaleza y la lucha por la verdad a la santidad (San Pedro y San Pablo, entre otros). Hubo muchos que encontraron en la bondad y la caridad el camino a los altares (como San Vicente de Paul), mientras otros han hecho de la educación y formación en las cosas de Dios su camino al Reino (San Juan Bosco). Otros, en silencio, meditación y oración han descubierto el camino a la santidad (San Benito, Santa Teresa de Avila).
Cada santo es un modelo de cómo llegar a la perfección en la obra suprema de nuestra vida: agradar a Dios haciendo Su Voluntad. Y para ello Dios nos ha dado dones que deben ser usados. Si estudiamos y descubrimos al santo que más se asemeja a nuestra propia forma de ser, encontraremos una ayuda enorme a nuestro propio camino de santificación. Y así podremos descubrir en alguno de ellos un ejemplo de virtud que nos haga sentir identificados.
Dios espera que usemos nuestros dones y talentos para Su obra. Para ello debemos reconocerlos y trazar un plan de vida.
¿Tienes un plan de vida?. ¿Sabes que espera Dios de ti?. ¿Has comprendido cuales son tus talentos naturales?. ¿Respetas los talentos naturales de los demás?.
Estas son preguntas que debemos hacernos: Dios nos da dones para que rindamos cuenta de ellos. No podemos pasar por la vida sin utilizar, en beneficio del Plan Celestial, aquellos dones que Dios dispuso sobre nosotros.
Como dijo San Pablo:
“Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?. El ojo no puede decir a la mano, no te necesito. Ni tampoco la cabeza decir a los pies, no los necesito. Aún más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias…“
(www.ReinadelCielo.org)