Desde hace varios años llevo colgada de mi cuello una medalla con el Divino Rostro de Jesús, que proviene de una devoción a la que llegué por intermedio de un sacerdote amigo. Sin embargo, pocos saben que la devoción al Divino Rostro fue pedida por el mismo Señor a Pierina, a la que pocos conocemos.
Dijo Pierina: “Tenía doce anos cuando un viernes santo esperaba en mi Parroquia mi turno para besar el crucifijo, cuando una voz clara me dijo: ¿Nadie me da un beso de amor en el rostro para reparar el beso de Judas? En mi inocencia de niña, creí que todos habían escuchado la voz, y sentía pena viendo que la gente continuaba besando las llagas y ninguno pensaba besarlo en el Rostro. Te doy yo Jesús el beso de amor, ten paciencia, y llegado el momento le estampé un fuerte beso en la Cara con el ardor de mi corazón. Era feliz pensando que Jesús, ya contento, no tendría más pena. Desde aquel día el primer beso al crucifijo era a Su Divino Rostro y muchas veces los labios rehusaban separarse porque me sentía fuertemente retenida”.
La vida de esta mujer, desconocida para tantos, marca un hito importante para nosotros, si es que nos sumergimos en su testimonio de vida. Jesús le concedió visiones y revelaciones que son un regalo para los que hacemos la Iglesia del Señor, y más aún ahora que ella fue beatificada en Roma el 31 de mayo de este año. Las revelaciones del Señor a Pierina, sumergiéndonos en el amor al Rostro de Jesús, son una maravilla que hoy les ofrecemos en estos invalorables textos.
Celebramos la beatificación de la madre Pierina de Micheli (1890-1945), hija de la Congregación de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires, que tuvo lugar el domingo 31 de mayo en la iglesia de Santa María la Mayor. Hora rezamos para que su causa avance, hasta alcanzar un día la canonización de esta amiga del Señor.
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