Autor: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org ¿Cómo
nos ve Dios? |
Dios siempre nos mira con la esperanza de que volquemos nuestros
actos hacia El. |
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¿Cómo nos ve
Dios? |
¿Cómo nos ve Dios?. El tiene una
visión santa de nosotros, tal cual como nos creó. En cambio nosotros tenemos una
visión humana, poco espiritual. La santidad consiste en hacer converger ambas
visiones, hacia la que Dios tiene de nosotros.
Esta divergencia entre la
visión que el Creador tiene de nuestras almas y la que nosotros normalmente
poseemos, se puede resumir como la brecha entre nuestro potencial, como
personas, y lo que hacemos de nuestra vida en realidad. Dios ve lo que en
potencia podemos hacer, lo que nuestras condiciones y talentos permiten
brindarle mientras estemos en éste mundo. Y nosotros, con ese potencial,
realizamos actos y ejercemos nuestra voluntad de tal modo que generalmente
producimos mucho menos de lo que Dios espera de nuestras almas.
¡De la
potencia al acto hay mucha distancia!. De lo que somos capaces de hacer a lo que
en la vida cotidiana hacemos hay gran brecha, mis queridos hermanos. Y es que
Dios nos invita permanentemente a entregar más, a ser más, a poder más. Mientras
tanto, nosotros, nos autolimitamos, nos cercenamos en nuestro desarrollo
potencial.
¿Cuál es ese potencial, cual es la expectativa de Dios hacia
nosotros?. Pues es simple: El sabe que nos ha dado lo suficiente para ser
santos, para vivir una vida de santidad. Para eso nos ha creado, nos ha dado lo
necesario, a cada cual según su misión en la vida, como está expresado en la
parábola de los talentos. A quien más se da, más se pide. Pero todos tenemos la
obligación de sacar el máximo provecho espiritual, como fruto de santidad, a
aquellos talentos y dones que Dios nos da. El Señor nos mira en relación a lo
que, en potencia, podemos hacer de nuestra vida.
¿Y que hacemos nosotros
mientras tanto?. En nuestros actos, si bien en potencia podemos ser santos, nos
transformamos en pecadores, en transgresores del Plan que Dios trazó para cada
uno de nosotros. Por supuesto que esto ocurre en distinta medida para cada alma.
Las habrá que se alejan en medida extrema de lo que Dios espera de ellas,
haciendo que la brecha entre su potencial de santidad y la realidad de sus actos
sea gigantesca. Y las habrá, para gloria de Dios, que cierran esa brecha y
acercan la realidad de su vida, de sus actos, a lo que en potencia Dios espera
de ellas. ¡Son los santos!.
Si uno estudia la vida de los santos, verá
que su principal característica es haber llevado los dones recibido por Dios, lo
que en potencia son capaces de hacer, a una práctica cotidiana real, a una
sucesión de actos de amor que funden la expectativa de Dios en ellos, con su
propia vida. ¡Que enorme alegría para Dios!.
Cerrar la brecha entre la
potencia y el acto, entre lo posible y lo real, entre nuestro deber y nuestra
respuesta, es fundir nuestra propia voluntad con la Voluntad de Dios. La
Voluntad de Dios expresa lo que El espera de nosotros, y esto es exactamente lo
que en potencia podemos hacer. Al fundir nuestra voluntad, eliminándola y
reemplazándola por la de Dios, hacemos de la Voluntad Divina nuestra propia
vida. La potencia, entonces, se transforma en acto.
En nosotros está
hacer lo correcto. Los males del mundo se explican por la negativa de los
hombres a hacer la voluntad de Dios. En potencia, este mundo debiera ser el
paraíso terrenal. Sin embargo, fueron los actos del hombre los que lo
transformaron en el sitio del dolor, el trabajo y la enfermedad. Dios siempre
nos mira con la esperanza de que volquemos nuestros actos hacia El, que hagamos
Su Santa Voluntad, así en la tierra como en el Cielo.
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