Autor: Pedro García, Misionero
Claretiano | Fuente: Catholic.net Ezequiel escucha la Palabra de Dios |
Porque la Palabra de Dios es siempre eficaz y ablanda cualquier
corazón, aunque sea más duro que las piedras. |
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Ezequiel escucha la Palabra de
Dios | Hay una escena, en el libro de
Ezequiel, que es de las más espectaculares de toda la Biblia y que podríamos
llamar: La danza de la muerte. ¿Qué significado tiene una visión tan grandiosa?
Todo se va a cifrar en la escucha de la Palabra de Dios y en la
fidelidad a la misma. Pero Dios le dice esto al profeta y a todo Israel no con
un discurso, sino con esta página inolvidable.
El pueblo de Judá, vencido
por los caldeos, había sido transportado cautivo a Babilonia. Ya no existía como
nación. Humanamente hablando, se habían perdido todas las esperanzas de
sobrevivir a aquella catástrofe. Y así se lo hizo ver Dios a Ezequiel,
desterrado también, pero que animaba a sus compatriotas a no desesperar. Dios
estaba sobre tanta desgracia...
Dios le representó el pueblo judío a
Ezequiel como un campo inmenso, en aquellas llanuras de Caldea, lleno de huesos
resecos, esparcidos por doquier. Huesos y huesos a montones. Y Dios le pregunta,
como si Él mismo fuera escéptico: - Ezequiel, ¿tú crees que estos huesos
pueden llegar a tener vida? - ¡Oh Señor, eso lo sabes tú! - A ver,
¡háblales! Profetízales en mi nombre. Ezequiel obedece. Les habla. Y los
huesos empiezan a removerse, a buscarse un hueso a otro, hasta encontrar las
junturas convenientes. Al cabo de poco, todos los huesos formaban un ingente
montón de esqueletos. Y de nuevo la palabra de Dios: - Ezequiel, ¿tú crees
que estos esqueletos pueden llegar a vivir? ¡Háblales de nuevo!... El profeta
lo hace. Y ve cómo los huesos empiezan a cubrirse de tendones, de carne, de
músculos, de piel... Pero solamente eran cadáveres. Cuerpos muertos del todo.
Aunque sigue insistiendo Dios: - Ezequiel, ¿crees tú que pueden revivir
estos cadáveres? ¿que el espíritu regrese a ellos?... Si te parece que esto es
lo más difícil, inténtalo, ¡háblales de nuevo!
Lo hace el profeta, y ve
cómo aquellos cadáveres se levantan, se ponen de pie, igual que un ejército de
hombres robustos y de mujeres hermosas, rebosantes todos de vida en plena
juventud.
¿Qué le significaba Dios a Ezequiel con una visión tan
grandiosa? Solamente esto: que Israel, al escuchar la Palabra de Dios, al
obedecerle, se vería restaurado; que se acabaría el destierro; que volvería a
ser la nación escogida; que disfrutaría de las promesas hechas desde Abraham
hasta David y Salomón; que dejaría de ser un pueblo muerto, para volver a ser el
Pueblo de Dios, lleno de vida.
Muy bien. Pero, para nosotros, ¿qué puede
significar hoy una escena como ésta?
La Iglesia, nuevo y definitivo
Israel de Dios, vive de la Palabra de Dios, de los Sacramentos, de la oración,
de todo lo que Dios le ha preparado, como un banquete espléndido, para que coma,
para que se alimente, para que se robustezca.
De este modo, bien
alimentada, nunca llegará a ser un pueblo muerto, sino que será siempre el
Pueblo de Dios lleno de vida, de robustez, de salud a toda prueba.
Ahora, sin embargo, no miramos ni los Sacramentos, ni la oración, ni
cualquier otro medio de vida cristiana. Nos fijamos solamente en la Palabra de
Dios, como alimento de nuestra de vida divina y como resucitadora de los que han
muerto a la Gracia.
¿Por qué el Pueblo de Israel había sucumbido a sus
enemigos y murió como nación? Por su infidelidad a la Palabra que Dios le
transmitía siempre por sus profetas. Ni leía los rollos de la Ley, ni hacía caso
a los enviados de Dios.
Al haber muerto, ¿cómo recobró la vida de antes?
Escuchando fielmente la Palabra y haciendo caso a la Ley que le exponían los
profetas.
Una vez más --y serán otras más las que le sigan--que nos
encontramos con un tema tan entrañado como el de la Palabra de Dios, contenida
tanto en la Sagrada Biblia como en la predicación viva de la Iglesia. La
Palabra, tan importante en el culto y tan importante en la vida personal y
privada de cada uno de los cristianos. Con la escucha de la Palabra nos
mantenemos en la fidelidad a Dios. Con tal que esa escucha sea viva, eficaz, y
que sepa traducirse a las acciones de la vida diaria. Los judíos que fueron al
destierro castigados sabían muy bien la Biblia y oían a los profetas. Pero la
Palabra --como dirá después Jesús en su Evangelio-- caía en el camino duro o
entre piedras y espinas y no producía fruto alguno, sino que más bien se
convertía en acusadora de los oyentes.
La Iglesia, como tal, nunca
fallará. Pero pueden fallar muchos hijos de la Iglesia. Los que se alejan, y
mueren a la vida de Dios que recibieron en el Bautismo, recobran la vida cuando
atienden a la Palabra, leída con avidez en la Biblia o escuchada dócilmente en
la Iglesia.
Porque la Palabra de Dios es siempre eficaz y ablanda
cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras..
La Palabra, es
seguridad de salvación.
Convertirse en apóstol de la Palabra, es llevar
la paz y la salvación de Dios al hermano.
Nosotros amamos la Biblia, y
escuchamos también la palabra de la Iglesia como Palabra del mismo Dios. Por eso
cantamos con fe: - Tu Palabra me da vida, confío en ti, Señor. Tu Palabra es
eterna: ¡en ella esperaré!.... | |
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