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Meditaciones: Meditaciones del Rosario.Misterios de Gozo.
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De: conmariano (Mensaje original) |
Enviado: 09/10/2010 14:53 |
Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net ¡Gracias, por haber dicho que sí! |
Meditaciones del Rosario. Primer Misterio de Gozo. La Anunciación del Ángel a la Virgen |
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¡Gracias, por haber dicho que sí! |
Eres la misma que habías renunciado a ser madre: del Mesías y de otros posibles hijos, porque Dios te pidió ser virgen. Pero Él hizo que pudieras seguir siendo virgen y que al mismo tiempo fueras madre de Cristo y madre de todos los hombres.
Dios es un ladrón muy singular. Algunos roban y no devuelven. Son la mayoría. Algún ladrón, arrepentido, devuelve lo que ha robado o parte de lo que ha robado. Pero Dios devuelve lo que robó multiplicado al ciento por uno. En ese sentido yo quisiera que Dios me robara todo para aumentarlo al cien por cien.
¡Gracias, por haber dicho que sí!
Un día llamaron a la puerta de una casita de Nazareth. La niña abrió la puerta y escuchó al mensajero que le pedía de parte de Dios: Se solicita una madre para el redentor de los hombres. ¿Aceptas ser su madre?...
Todos los hombres de todos los tiempos, encadenados, infelices, destinados al castigo eterno, rodeaban la casita de Nazareth. Gritaban angustiosamente a la niña inocente y asustada: Di que sí, dilo pronto, y estaremos salvados... La respuesta fue tan sencilla como firme: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.” Hoy todos los hombres decimos a aquella mujer: ¡Gracias, madre, por haber dicho que sí.”
Yo me uno a ese coro de voces que le dan las gracias. Santa María de Guadalupe es el nombre de aquella maravillosa Niña que nos fue quitando las cadenas de las manos y las cadenas dela cuello; la que no-s ha abierto a cada uno las puertas de la gloria, hasta el punto de ser invocada como “Puerta del cielo”. Hay que decirle con el corazón: ¡Gracias, Madre, por haber dicho que sí”
El sí de María
María es un alma de aceptación: Pasó por el susto, la sorpresa y la alegría del llamado como tú. Dijo sí con unas palabras hermosas que eran su fórmula de consagración”:He aquí la esclava del Señor...” En esas palabras había entrega total, confianza plena, amor muy hondo...¿como tú?
Alma que alimentaba el amor y vivía del amor en su vida.
Una lámpara en que reponía el aceite, una hoguera en que renovaba la leña para alimentar la llama. El aceite era la oración rica, jugosa, apasionante...¿cómo tú?. Y el sacrificio por amor la leña de la hoguera. Todas las cosas que hacía llevaban un sello: Amor a Dios. Todo era razón y motivo para amar: una escoba, un puchero, un cántaro.¿Para ti también?
Vivía de amor; era su respiración, su vida, su sentido. Sin el amor a Dios, a su hijo, a san José, a las almas, su vida no era nada... ¿cómo tú?
Y María era feliz en medio del dolor, del trabajo, de la sencillez de su vida. ¿Cómo tú?
Alma que de su consagración hizo su vida, su por qué, su alegría.
Demostró que una vida entregada a Dios por amor es una vida hermosísima, muy valiosa, muy rica, digna de imitarse. Tú eres uno de esos imitadores, imitadoras... Tienes que seguir demostrándote a ti y al mundo que tu vida dedicada a Dios y a los hombres es muy hermosa, valiosísima, riquísima, digna de vivirse e imitarse.
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Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio de Gozo. La Visita de la Virgen a su prima Isabel.
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Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net No he venido a ser servida sino a servir
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No he venido a ser servida sino a servir |
De tal palo tal astilla, o de tal astilla tal palo. El hijo y la madre tan parecidos, no sólo en la cara sino en la vida. Dos vidas paralelas.
Dos personas que vinieron a inaugurar una nueva forma de vivir: No la del egoísmo, sino la de la generosidad y la entrega. El que no vive para servir, no sirve para vivir.
María es un sí a Dios, un sí a Jesús y un sí a los hombres.
Un sí a Dios: Hágase en mí según tu palabra. Pero no una vez o por un rato, sino en todas las oportunidades y siempre. María el encanto de Dios. Mirarla es sonreír. La única criatura que ha agradado a en todo y siempre a Dios. Hermana nuestra, intercesora, pararrayos. Nuestra raza ha producido monstruos horrendos. Pero la figura de María le cura a Dios de todas las heridas que le provocan los hombres.
Un sí a Jesús: Soy tu madre, tu compañera, tu sostén hasta la muerte. Lo tuvo en brazos cuando era un bebé desvalido, lo defendió de la espada de Herodes, lo acompañó en su vida pública con su oración y fortaleza: Jesús hombre, el Siervo de Yahvé incomprendido se cobijó a la sombra reconfortante de María, encontrando el único alivio en la tierra, porque su padre lo “abandonó en la tierra”. “Dios mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?”
María cuidó de un hijo de Dios “abandonado” por el Padre y perseguido por los hombres. Es difícil imaginar hasta qué punto María ayudó a Jesús hombre en su dura travesía por la tierra. Le acompañó en la cuesta más dura, en el último trecho hacia el Calvario. María supo sostener con su oración y su presencia y con todo el amor de una madre a un dios semiagonizante que sudaba sangre en Gethsemaní. Y dio aliento a su hijo Dios crucificado para que terminara de entregar su vida por os hombres. En el templo lo entregó de niño en sus brazos. En el Calvario lo entrego de hombre en sus mismos brazos. “Padre, te ofrezco lo que queda de mi hijo en altar destruido de mi corazón de madre”.
Jesús murió en el lecho duro de la cruz. Pero cobijado por el amor y el abrazo heroico de María. Retuvo en sus ojos un mar de llanto con la compuerta de su fortaleza, para no herir más al herido de muerte.
Cuando Jesús expiró, se rompieron los diques y María se convirtió en un mar de lágrimas. Jesús da gracias a María por haberlo ayudado a subir al Gólgota, por haberlo ayudado a morir como un crucificado. En la cruz no quedaba nada de la omnipotencia de Dios y nada de la dignidad del hombre. Era la aniquilación total. Jesús no hubiera podido sólo. Quiso necesitar la ayuda de María no sólo para nacer, sino para morir. Fue corredentora porque ayudo al Redentor a redimirnos.
Un sí a los hombres: No sabemos lo que le debemos a Dios. Ni sabemos lo que le debemos a María. Somos muy desagradecidos por ser muy ignorantes de tanto amor. “Ahí tienes a tu hijo, a tus hijos. No te dé pena de cómo son. Ámalos y cuídalos, como si fuera yo mismos”. María ha tomado en serio como al mismo Dios el cuidar de ti y de mí. No cabe duda que uno de los momentos en que Dios me ha amado más es cuando me dijo: Ahí tienes a tu madre. Desde entonces hay un amor en mi vida, el más puro, el menos merecido el de la madre más maravillosa. El corazón que amó a Dios me a mí como madre. ¡Bendito el momento en que esto empezó a suceder!. La madre de Dios es mi madre.
Ella me sostiene con su oración y amor a lo largo de mi vida, en mis problemas y sufrimientos y en la hora de mi muerte Si servir hace felices, María fue la mujer más feliz, porque fue la mejor servidora. El método ha funcionado siempre, igual que el del egoísmo jamás ha funcionado ni funcionará. El de servir al prójimo crea hombres y mujeres felices. Se sirve rezando por los infelices; se sirve sufriendo por los pecadores; se sirve dedicando tiempo, mi tiempo, al apostolado; se sirve dando algo mío, y se sirve, sobre todo, dándose a sí mismo con amor al prójimo.
Donde está María las personas y las cosas cambian
Nazareth es un pueblo bendito por Ella y por Jesús y José. ¡Qué trilogía! Nunca tan pocos han hecho tanto por toda la humanidad. La casa de Zacarías no fue la misma desde que en ella se hospedó María. El nivel de gozo y serenidad subió al máximo. La boda de Caná, que hubiera acabado en un naufragio por escasez de vino, terminó siendo la boda más feliz, donde se sirvió el vino mejor del mundo. Por Ella. La vida de Jesús en este mundo hubiera sido insoportable sin Ella. Pero la vida de Jesús, la dura vida terrena del Hijo de Dios fue maravillosamente soportable por aquella flor de Nazareth.
La vida de un cristiano, la tuya, la mía es muy diferente: amable, dulce, llevadera, cuando María convierte nuestra pobre agua en dulce vino. María es la alegría de vivir para quien la toma simplemente en serio. Invito desde aquí a todos los tristes, pesimistas, amargados a que toquen a la puerta de María. Verán renacer la esperanza.
Y amar a María es la cosa más sencilla, más dulce, más inefable. El primer mandamiento de “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón...” podríamos adaptarlo así:”Amarás a María, tu Madre, una milésima menos de la que amas a Dios”.
Bendita tú que has creído...
Tu fe gigantesca borra la incredulidad aterradora de millones de ateos e incrédulos. Y Dios lo sabe, lo mide. Bendita por ti y bendita por nosotros, que tanto tenemos la cerrazón de Tomás. Tú dijiste, antes que él, sin pedir tocar ni ver:”Señor mío y Dios mío”, cuando aquel Dios era sólo un puñadito de células en tu seno.
Jesús diría a Tomás y a todos los incrédulos: “Dichosos los que sin ver creyeron”. En aquel momento la alabanza era para ti y para Juan. Después sería para todos los creyentes. Dichoso el que sigue creyendo en la Eucaristía, en la Iglesia, en Jesús, en María.
Creer es un acto de amor y confianza en el amado; no en lo que yo veo o palpo o discurro, sino en su palabra. Creer es fiarse, es amar, es entregarse sin agarraderas. La fe fue toda tu vida la estrella polar. La fe te salvó de la desesperanza y del orgullo; de la rutina y del cansancio. La fe es la victoria que vence al mundo. Tú eres la mujer vencedora por excelencia.
Mi alma glorifica al Señor...
Debías cantar muy bellamente. Me gustaría oírte cantar uno de tus canciones favoritas, el Magnificat con el alma encendida de amor y gratitud a tu Creador. Sabías agradecer: Te nacía del alma como fuente a flor de corazón. Sabías ser humilde: Eras la humildad encarnada y transparente. Conocías tu grandeza, pero sabías que era regalo, y así lo proclamas: “Soy grande, andaré boca de todas las generaciones, porque Él es bueno y grande”. Yo sé que das las gracias a quien te reza un avemaría.
Te llamas esclava, palabra sublime de amor. Ser esclavo del amado representa la plena disponibilidad, el sí total; por eso al llamarte esclava te declarabas totalmente a las órdenes de tu amado, Dios.
Del amor hiciste tu identidad. Te podemos llamar Amor como san Juan llamaba a Dios. De amor llenaste la vida, y, así, esa vida se tornó maravillosa como todo lo que toca el amor. De amor viviste , y de amor moriste. Y de amor vivirás eternamente en el cielo; enamorada para siempre de tu Dios y enamorada de tus pequeños. Enséñanos a amar, a vivir de amor como tú.
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Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net Dios Niño dormía seguro en brazos de María |
Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio de Gozo. El Nacimiento del Jesús. |
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Dios Niño dormía seguro en brazos de María |
Salí por los caminos del mundo buscando un ser que me quisiera mucho, que me quisiera más que nadie.
Lo encontré en una cueva: Era un Niño pequeño, eras Tú, mi Señor. Tú eres mi amor largamente soñado, mi amor eterno, mi grande y único amor.
Dejé a la puerta del portal todas mis cosas, dejé mis riquezas, dejé mis otros amores. Me pasé sin nada y entré en la cueva. Lo tomé en los brazos, lo único que quiero tener:mi Dios y mi todo.
Tú me has amado, Niño Dios, como nadie. Tú has apostado por mí todo. Tú mismo te has ofrecido. Hoy he comprendido cuánto me quieres.
Yo, que tantas veces he dudado, ya no dudo. Yo, que tantas veces te he traicionado, ya no más.
Yo, que mil veces me siento infeliz, turbado, angustiado... nunca más. Tú eres mi respuesta. Tú eres la luz que ilumina mi senda. Tú eres desde hoy la alegría de mi corazón.
Tú siempre estarás conmigo. Yo también quiero. Tú me pides que sea santo. Te lo prometo. Tú me quieres un apóstol, un hombre del Reino,
Aquí estoy. La vida que repartí entre tantas criaturas, hoy es toda tuya. Ya no lloro, ya no temo al futuro. Tú eres mi espléndido futuro.
Desde que bajaste a la tierra, hiciste de la vida una aventura apasionante. Y voy a hacer de mi vida una aventura apasionante.
Al decirte que te quiero como a nadie, te digo que quiero con la misma fuerza tus amores. Quiero a tu Padre, porque Tú me lo has dado. Quiero a tu Madre, que ya no es solo tuya, es mía también.
Quiero a las almas, porque son tuyas y son mías,Porque diste por ellas un precio muy alto. Si obras son amores, muy grande debe ser tu amor por ellas. Hoy entro en tu cueva.
Quiero arrodillarme junto a ti, a reparar lo que ha sido mi vida: tu pesebre, tus pajas hieren la carne muelle de mi sensualidad.
Tu amor ame golpea. Tu amor me pone de rodillas. ¡Gracias, Amor! ¡Gracias, Jesús!
Madre de Dios y Madre del hombre
Júbilo eterno nació en su corazón desde que supo que era la elegida para Madre de Dios.
Dios en su seno durante nueve meses. Ninguna madre ha gustado la felicidad de ser madre tan profundamente, tan tiernamente como la Madre de Jesús. Dios en sus brazos, alimentándose de Ella, dormido dulcemente junto a Ella, prestándole el calor de su cuerpo y la seguridad de una madre.
Dios Niño dormía seguro en sus brazos. Dios de la mano de María, Dios caminando no ya entre las estrellas y rodeado de los ángeles, de la mano de su Madre, pequeñito, por las calles de Nazaret.
El hijo de María, tan guapo como Ella tan igual a Ella, tan hijo de Ella, cogido de su mano.
Un día, al querer tomar la mano de Jesús, sintió un dolor en su mano, un dolor en sus ojos, un dolor en su corazón.
Dirigió sus ojos de cielo a la mano que le hería, a aquel niño malo, vestido de harapos, descalzo, enfermo y herido.
“Ahí tienes a tu hijo, mujer”. Y besó a aquel niño malo en la frente, diciéndole con ternura celestial: “Hijo mío”. Ese niño era yo...
No pudiste ofrecerle nada material: unas pajas, un pesebre, unos pañalitos. Jesús no te pidió nada de eso. Tu amor le arropaba como la mejor cobija; tu pureza le hacía sentirse alimentado como el manjar más sabroso. Jesús nació con más amor, con más ternura y cariño que ningún otro niño.
Dios te lo agradece infinitamente, María. -No tengo nada que ofrecerte -No puedes ofrecerme nada mejor. Esas pajas, pañalitos y pesebre son mejores que a las cunas, los vestidos, los palacios de los niños ricos.
El regalo más grande de María a nosotros es Jesús. Podemos quedarnos sin nada de la tierra, y lo tenemos todo con Jesús. Quien a Jesús tiene, nada la falta.
Pensar que ese maravilloso don quiso dárnoslo el Padre por ti, a través de tus manos, de tu cuerpo, a través de tu corazón. ¡Gracias, María; ¡Gracias, Jesús, por habernos dado el regalo más grande, precioso y totalmente inmerecido!
El regalo más grande que podemos dar a los demás es Jesús por medio de María. El regalo no se achica, porque se le distribuya a más personas, Jesús puede ser de todos y quiere ser de todos, y Jesús todo entero es de cada uno.
María presentó a Jesús a los pastores; a cada uno le dijo: Aquí tienes a mi hijo, es todo tuyo. Y cada uno de nosotros nos lo ha presentado de igual forma; ahí tienes a Jesús; es todo tuyo y para siempre. Y ¿qué hago yo con Jesús? ¿Qué han hecho otros? Conocerlo hasta el éxtasis; amarlo con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y todas sus fuerzas. Predicarlo a todos; darlo a conocer a todos,
Jesús es alimento, Jesús es vida, es camino, es felicidad sin fin. No sabremos hasta el cielo qué regalo nos han dado. Perderlo es perderse eternamente, es quedar aniquilado, sin nada. Con Jesús eres rico, feliz, realizado. Sin Jesús eres un desgraciado sin nombre.
A veces se hace mucha teoría sobre el apostolado. Pero consiste sencillamente en dar a Jesús al hermano para que sea, para que se realice, para que alcance la felicidad sin fin
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Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net María te ofrece al Hijo de Dios |
Meditaciones del Rosario. Cuarto Misterio de Gozo. Presentación del Niño Jesús en el templo. |
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María te ofrece al Hijo de Dios |
En aquel templo se habían ofrecido muchos animales, en particular abundantes corderos. Muy poco valían- aquel día una joven madre ofrecía un par de tórtolas con una mano y con la otra y con el corazón ofrecía la ofrenda mejor, salida de sus purísimas entrañas, al Hijo de Dios envuelto en la carne del hijo del hombre. El templo se había hecho para esta ofrenda única. El Padre la aceptó totalmente satisfecho. Tomó aquel puñadito de carne de manos de María diciendo. Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias. ¡Gracias, María! ¡Gracias, Hijo mío”. Acepto la ofrenda, acepto el Cordero sin mancha”.
Nadie supo, nadie vio salvo dos privilegiados testigos, Ana y Simeón, la singularidad del momento y la grandeza de la ofrenda. Y siguió la fila de animales ofrecidos sin importancia.
Todo lo que tenga valor en el futuro solo lo tendrá si va unido a aquella ofrenda. Cuando el sacerdote eleva en la misa el cáliz y la hostia consagrados repite el gesto de María en aquella mañana: Por Cristo, Con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Como en todo sacrificio aparece el cuchillo que se clava y la sangre que brota. Ese cuchillo se clavó ya un poco en el alma de María. Se clavaría hasta la empuñadura en el Calvario, atravesando el corazón de una virgen y una madre. Y se convertiría en cinco cuchillos, para las dos manos, para los dos pies. Y si algo de vida quedaba, para matarla del todo hundiéndose en el corazón. El Calvario era el monte del sacrificio: del sacrificio de la segunda Eva. Ahí murió casi del todo María. Y del segundo Adán: totalmente muertoNuestra presentación en el templo: Fue en el bautismo. Éramos niños, pero no inocentes. El bisturí extrajo el pecado original. Morimos al pecado para vivir para Dios. Quedamos señalados con el signo de Cristo: cristianos. Por eso nuestra ofrenda fue agradable al Padre. Lo que debemos hacer en la vida es vivir como cristianos y morir como cristianos, para reinar con Cristo por toda la eternidad. Nuestra señal cristiana es la que nos vuelve aceptos al Padre y nos devuelve la imagen y semejanza de Dios, que es la cruz de Jesucristo. Como religiosos resaltamos esa cruz en rojo, en sangre y sacrificio.
En el Calvario corrió mucha sangre, sangre divina, y se rompieron las compuertas del amor del Padre y del amor de María. Tanto amor y tanto dolor con puedo hacerlos inútiles con la infidelidad total y la condenación. Todos los condenados gritan a Dios: “Moriste por mí de sobra”. Esta es la blasfemia más horrible. Y gritan a María: Tu dolor fue para nada” ¿Cómo gritar ese insulto a María?
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Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net Enséñanos, María a aceptar sin preguntar |
Meditaciones del Rosario. Quinto Misterio de Gozo. Jesús perdido y hallado en el templo. |
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Enséñanos, María a aceptar sin preguntar |
¡Qué prueba tan dolorosa! Prepárate, Madre, para la hora del Calvario. Ahí lo perdiste por tres días terribles; pero lo recuperaste entero. Allí te lo matarán a mordiscos todos los pecados de los hombres, como rabiosos lobos. Al final, cuando pudiste recoger lo que quedaba de tu Hijo; era un muerto y un cadáver destruido desde la cabeza a los pies; la cabeza rota por las hondas espinas; la cara desfigurada por las bofetadas; el pecho y la espalada aradas por los latigazos; las manos y pies horadados por los clavos: el corazón partido por una lanza.
Perdido y hallado. Perdido y no encontrado en el callejón lóbrego de la muerte. Perdido y hallado vivo. Perdido y hallado muerto, destinado solo para el sepulcro. Y ahí terminó la muerte; en un sepulcro pétreo que impedirá acercarse a los restos del amado hijo,
Prepararnos a las separaciones. Vivir un cierto tiempo es separarse de algunas personas. Vivir un trecho más es separarse de más seres. Durar más tiempo es separarse uno de los que me sobreviven. Cada separación es un desgarrón. Uno muere al final desgarrado y desgarrando a alguien más.
¿Por qué me buscabais? La pregunta que toca la herida abierta, haciéndola sangrar. María sangraba por aquella herida de su corazón. El doloroso por qué de María quedó acallado con el misterioso por qué del Hijo. María sabía que aquel hijo sería cada vez menos de Ella y más del Padre y de todos. María aceptó del desgarrón del hijo que se va de la casa, por ley de la vida, en este caso por ley divina. Pero aceptó sangrando.
María conservaba todas estas cosas en su corazón. Su corazón sangraba. Con oración y obediencia la curaba pero al mismo tiempo la abría, porque esa herida nunca se cerró. Y de pronto un día, en el Calvario se abrió completamente y sangró a torrentes. Sólo en el cielo se ha cerrado del todo aquella herida, María ya no pregunta más; ha recibido todas las respuestas y una corona eterna por no haber preguntado indiscretamente sobre los misterios que le rodeaban.
Enséñanos, María a aceptar sin preguntar, hasta que Dios quiera ofrecernos su respuesta. Al final, todos diremos que Dios tuvo la razón, para que nuestra fe fuera meritoria.
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