Cuando escuchamos decir que todos estamos llamados a ser Santos las mas de las veces esbozamos una sonrisa de incredulidad.
¿Santos nosotros? ¿Santos en nuestro tiempo?
¿Santos en el tiempo de la falta de tiempo para las cosas básicas, para las cosas elementales?
¿Tiempo de correr desesperados para llegar al otro trabajo?
Andar presuroso de prioridades alteradas sin tiempo para lo esencial, nos convertimos de a poco en seres rodeados de cosas, en pobres más pobres que los carenciados de pan, que son verdaderos marginados.
Y así, el mundo nos muestra un panorama desalentador, un panorama lleno de la violencia de los excluidos de cualquier indole, aun, y tal vez la peor, la de los excluidos del amor, donde abundan las almas llenas de rencor, de resentimientos , de soledad.
Tantas miserias generadas en nuestro mundo materialista, Soberbio, individualista, tiempo sin tiempo para Dios .
Y es aquí donde debemos detenernos y como cristianos hacernos un planteo en serio.
¿Quienes somos y quienes creemos ser? ¿Hacia donde vamos? ¿Cuál es la respuesta que damos en nuestras vidas a las exigencias del Evangelio?
Nuestra realidad ¿ condice con nuestras creencias? Porque, si duplicamos talentos como Jesús nos pide, ¿cómo podemos explicar la pobreza, la indigencia, la marginación en la que VIVEN tantos hermanos nuestros en este Continente Sudamericano, mayoritariamente católico, por poner sólo un ejemplo?
No alcanza con lamentar las situaciones de desamparo, debemos comprometernos. Dios nos puso a cada uno en el lugar que debíamos estar, para llevar a cabo la misión que nos encomendó al regalarnos la vida.
¿De a poco nos volvimos insensibles? Y si no es así ¿cómo podemos seguir la marcha con los ojos puestos en lo nuestro, sin mirar siquiera al que suplica nuestra ayuda , que tal vez solo sea un minuto de nuestro tiempo, una palabra amable, un sentirnos hermanos?
Dios puso en nuestro camino, en este mundo contemporáneo, vidas ejemplares como la de Maximiliano Kolbe, el Padre Pío, el Santo Padre Juan Pablo Segundo, la Madre Teresa, para mostrarnos que se puede.
Que ellos fueron personas como nosotros, sólo que sus miradas se posaron en las cosas sustanciales, seguros de que Dios nada les haría faltar en esta vida. Sus ojos estaban puestos en la Salvación.
Eran fuertes porque la fortaleza les venia de Dios y alimentados a diario con la oración, el pan de la Palabra y de la Eucaristía pudieron enfrentar todas las adversidades llegando a ofrendar hasta la propia vida.
Ejemplos una imitar ...
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