NOVENA A LA VIRGEN DE LUJAN DE MARIOLOGÍA.ORG
Oración Principal
Divino Jesús, que, en la hora suprema de vuestra agonía, para no dejarnos en la orfandad: en la persona del evangelista San Juan, nos honrásteis con el nombre de hijos de vuestra propia Madre y dísteis a Ella, la misión amorosa de ser la Madre de la humanidad; venimos a postrarnos a vuestros pies, para rendiros el homenaje de nuestra gratitud, por esa fineza de vuestro amor paternal.
No nos dejásteis, así, solos en el mundo, en el momento de vuestra muerte y de vuestra partida. María ha sido la verdadera Madre de la humanidad y nosotros, sus hijos, hemos recibido de Ella, los inmensos beneficios de su inagotable amor. Desde la hora en que acompaña a vuestros discí-pulos, en el cenáculo y los guía, a través de trabajos apostólicos, en sus años de vida sobre la tierra, hasta la hora presente, después de su muerte, sus caricias amorosas han rozado la frente del mundo, para consuelo y aliento de sus penas, para alegría de sus triunfos y para guía de su tránsito por la vida, hacia la feliz eternidad. Y unas veces con sus escapularios y otras con sus rosarios, ya desde un trono de espinas, ya desde una columna, ora en las grutas de los montes, ora en la espesuras de las selvas, que siempre que en la sublime visión de su belleza; descendió a la tierra bajo innumerables advocaciones, fue la Madre de misericordia, cumpliendo la divina mi-sión que Vos le encomendásteis, en la cumbre del Calvario.
Señor, este pueblo, postrado hoy ante vuestras aras, también ha merecido su especial favor; también él puede llamarse su hijo y darle el dulce nombre de Madre, porque así se ha mostrado, al elegir un rincón de esta tierra, para fuente de sus gracias. Su imagen bendita que, un, día,. se de-tuvo en Luján, para morar en é1, no es otra cosa que un venero de los amores maternales de Ma-ría, difundidos por, todos los ámbitos de la patria.
Señor: gracias infinitas os sean dadas, porque al darnos a vuestra propia Madre por Madre del mundo, nos la dísteis, de una manera especial, en la advocación de Ntra. Sra. de Luján, que es la dicha, el tesoro y la gloria de la devota Nación Argentina,´que la proclama, con justicia, Reina del Plata y Madre de su pueblo.
PRIMER DÍA
Inmaculada Virgen María, que en un exceso de vuestro amor maternal, hicisteis al pueblo argenti-no el honor. de vuestra visita y el obsequio de vuestra eterna compañía; el pueblo que así favore-císteis, siente, hoy, la inmensa alegría de recordar vuestra venida prodigiosa y meditar, ante vues-tras aras, esa sublime manifestación de vuestro amor.
Y ante sus ojos, llenos de lágrimas de placer, contempla aquel convoy formado de carretas, que llevando vuestra efigie, se detiene, de improviso, en los campos de Luján: asiste al espectáculo extraordinario que ofrecen los bueyes que arrastraban la carga y que aunque aguijoneados, con fiereza, por sus conductores, se niegan a seguir adelante, y ve finalmente, cómo retirada del car-gamento vuestra preciosa imagen, se puede continuar la marcha y cómo, a raíz de ese prodigio, os quedáis entre nosotros, para no abandonarnos jamás. Y recordando todo eso, lleno de entu-siasmo, los saluda reverente, se postra ante la milagrosa efigie y saluda en vuestra aparición, a la que. va a ser, desde esa hora, la Madre del pueblo en el cual sentáis vuestro trono de Reina. ¡Cómo no bendeciros, Inmaculada Virgen María, por tan singular favor!
¡Cómo no aclamaros nuestra Madre, si todo ese prodigio es obra de vuestro corazón maternal, que precisamente se queda en medio del pueblo argentino para prodigarle su amor
!Que sea, para Vos, agradable morada nuestra tierra; que sea para nosotros, feliz presencia la vuestra; el pueblo os ama con delirio: Vos amáis al pueblo y en medio de esos amores, qué bien estáis entre nosotros, y nosotros con Vos, qué felices que somos. No os vayáis jamás de aquí, con vuestro amor. No os perdamos jamás nosotros, con nuestra ingratitud.
Deprecaciones
Seáis bien venida, oh María a nuestro pueblo. Permaneced en él eternamente. Sed su Reina y Madre, pero Madre de misericordia.
Dios te salve, María…
(Cantada y rezada)
Santificad, Señora, al pueblo que elegísteis, Para que vuestra venida sea una prueba de su salvación.
Dios te salve, María…
Así como vuestra visita a la madre del Precursor, hace aún sonar, en nuestros templos, las notas del Magnificat; que por esta visita que hacéis al pueblo argentino, vuestro nombre suene siempre en sus labios y se grabe en su corazón
Dios te salve, Maria…
SEGUNDO DÍA
¡Oh, Virgen de Luján! Ya estáis en nuestro pueblo. Ya el prodigio de vuestra venida os ha mereci-do un trono en la humilde llanura de Luján, con la primera capilla levantada en vuestro honor y un trono más hermoso todavía, en el sencillo corazón de los moradores de las pampas. El campesino os saluda con la plegaria aprendida en la infancia y el errante gaucho detiene su corcel frente a vuestra ermita y pronuncia ante Vos, la oración que el corazón le dicta. Vuestro corazón de Madre goza ante esa pureza de amor incontaminada y un himno de gratitud suena en torno vuestro, en retribución de traídos por el imán de los hogares se agrupan cerca de vuestro trono y unen al arrullo del río, que besa vuestras plantas, el rumor de sus faenas. Ya sois, Señora, la fundadora de una villa, la que llevará vuestro mismo nombre y tendrá el orgullo de ser, más tarde, el tabernáculo de vuestras glorias. ¡Ah! Bien podemos repetir con la Sagrada Escritura que no se ha hecho cosa tal, con todas las naciones. Eso lo reservabais para este pueblo predilecto vuestro, que no se cansa de repetir lo que ha grabado alrededor de vuestra imagen: La Virgen de Luján es la primera fundadora de esta Villa.
Fundadora; porque sois Madre, Ilenásteis de hijos devotos vuestros, toda la comarca. Fundadora: multiplicad los devotos, los hombres de fe, los pueblos creyentes, para que nuestra nación os tenga siempre por madre y bajo vuestro patrocinio, no se pierda jamás, en el naufragio de la duda y de la incredulidad.
Deprecaciones
Fundadora de la Villa de Luján, sed también el fundamento de nuestra vida espiritual, para que jamás se derrumbe el edificio de nuestra fe.
Dios te salve, María…
(Cantada o rezada)
Virgen de Luján, que se apoye siempre en Vos la familia argentina y que su escuela enseñe a las generaciones infantiles, a fundamentar su porvenir,
sobre la base inconmovible de la moral.
Dios te salve, María…
Sed, poderosa Señora, el sostén de nuestras instituciones y cuando súbditos y mandatarios ,se descarrilen del sendero del bien, dadles la fortaleza necesaria
para que encaminen, nuevamente sus pasos, por el camino de la virtud.
TERCER DÍA
Ya lo suponía el pueblo, oh Madre de misericordia! A qué habíais venido a nuestra tierra? – A abrirnos el caudal de vuestros favores.-Y apenas estáis, entre nosotros, ya corre, por doquiera, la fama de vuestra generosidad maternal. Los que necesitan del auxilio del cielo, los que sufren, los que lloran, corren a vuestros pies y basta una sola Ave María rezada ante vuestras aras, un sollo-zo llegado hasta vuestro oído, para llenar de alegría, los corazones afligidos. Y como si eso no bastara, Vos misma iréis, peregrina bajo la luz de las estrellas, buscando en el tugurio del enfermo humilde, que no ha podido llegar hasta vuestro trono, una miseria que salvar, una pena que cal-mar, una lágrima que enjugar y hasta el lodo que se ha pegado a vuestro manto, en el camino, y que desprende de él, un humilde esclavo vuestro, servirá de bálsamo maravilloso, para aliviar y curar los dolores de la tierra.
¡Oh, Madre de Luján! ¡Cómo te muestras así Madre y Madre de misericordia, inspirando nuestra confianza hacía vos!
Escuchadnos, Señora. Monstra te esse trem; mostradnos que seguís siendo esa Madre. Hay mu-chos que sufren; hay muchos que lloran. Compadecéos de todos ellos. Pero junto con las mise-rias materiales, los más sufren de enfermedades morales. Sed su remedio. Son vuestros hijos; que no se pierdan. Llamad a las puertas de sus corazones: visitadlos con vuestras inspiraciones y prodigadles el auxilio para su conversión, para que todos, Señora, sin que falte uno solo, os acla-men Madre, también en la eternidad.
Deprecaciones
Madre de los humildes, caritativa Virgen de Luján, no olvidéis a los que sufrimos, en este valle de lágrimas
Dios te salve, María…
Sagrada Virgen María, piélago inmenso de inagotable caridad, haced que el amor de los hermanos reine entre nosotros y que en medio de vuestro pueblo, se mantenga siempre ardiendo, la hoguera de la caridad cristiana.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, que habéis socorrido, tantas veces nuestras pobrezas materiales, que vuestro auxilio sea también, para nuestra indigencia espiritual,
haciéndonos ricos de las virtudes, que conducen al cielo.
Dios te salve, María…
CUARTO DÍA
Virgen Santísima, aclamada por la Iglesia, Auxilio de los cristianos, cómo podía faltar ese auxilio vuestro a un pueblo que, confiado en Vos, ha llamado infinitas veces a las puertas de vuestro amor, para implorar vuestra misericordia. Tenían que venirnos, con vuestra venida, todos los bie-nes; ella era una prenda del auxilio que habíais de prestarnos, y he ahí que en las horas de los grandes peligros escuchásteis, benignamente, las plegarias de vuestro pueblo.
Pudieron las nu-bes del cielo negar a nuestras campiñas su benéfica lluvia y los rayos abrasadores del sol amena-zar la vida de nuestras mieses; pero ¡ah! los lamentos del labriego llegarán a vuestro corazón y terminarán las sequías y los campos se cubrirán con la esmeralda de las hierbas y el oro de los trigales.
Pudieron las hordas salvajes del desierto lanzarse airadas contra las indefensas poblaciones y hacer sonar su grito de exterminio, anunciando el saqueo, el incendio y la matanza. Todo debía ser en vano, porque ese pueblo devoto vuestro, que postrado ante vuestra prodigiosa imagen de Luján os invocaba en medio de su angustia, con ilimitada confianza, contaba con vuestro auxilio. Y vuestro poder había de manifestarse en su favor, añadiendo una prueba más a las muchas que ya le habíais dado de vuestro amor maternal. Y los indios perderán su camino, desbaratados por vuestro poder, y la borrasca pasará muy lejos, anunciando, en su bramido, el pararrayos invisible que la había disipado.
¡Oh, generosa Madre, ante este nuevo prodigio, cómo no se ha de afirmar nuestra fe en vuestro poderoso auxilio, hoy que la indiferencia general, como una larga sequía, está marchitando el fer-vor de nuestra devoción, y cuando las hordas infernales avanzan por el mundo para matar nues-tras almas, y que no tenemos otra defensa, en contra de ellas, más que ese auxilio vuestro! Vos, que sois un ejército en orden de batalla, detenedlas, aniquiladlas, para que, gozosos, podamos vernos libres del malón del infierno y os aclamemos, Virgen de Luján, como el escudo de nuestras luchas y la fuerza incontrastable contra los enemigos de nuestra salvación.
Deprecaciones
Madre bondadosa de Luján; cuando la aridez de nuestro espíritu nos esté por llevar a la tibieza y a la indiferencia, haciéndonos perder vuestra devoción, que el riego fecundante de vuestras gracias, nos haga renacer en el fervor de la piedad.
Dios te salve, María…
Consuelo de los afligidos, en nuestros peligros, en nuestras angustias, en nuestras necesidades, sed nuestro poderoso auxilio y libradnos de todo mal
Dios te salve, Maria…
Virgen de Luján, defensa nuestra, sed nuestro escudo cuando las hordas de Lucifer nos ataquen para hacer a nuestras almas cautivas del pecado.
Dios te salve, María…
QUINTO DÍA
¡Oh Virgen Santísima! No en vano, el pueblo predilecto vuestro ha requerido el auxilio de vuestro amor. Cada vez que os ha llamado, le habéis respondido con gran prodigalidad. Todos sus males han encontrado un alivio en ese vuestro amor inagotable. Bien decía San Bernardo que jamás habíais desoído a quien os implorara con verdadera fe. Cuantas veces la naturaleza se ha rebela-do en contra nuestra, habéis sabido remediar nuestros males; cuantas veces el peligro nos ha amenazado con la crueldad de los perversos, os habéis dignado conjurar ese, peligro.
Pero aun faltaba vuestro poder contra los enemigos exteriores de vuestro pueblo, y no quisísteis que este poder dejara también de manifestarse. Y cuando ejércitos extraños invadieron nuestro suelo, para quitarnos la libertad y hasta la fe, arrastrándonos a la herejía que podía arrebatarnos vuestro amor, bastó la plegaria del pueblo y de sus jefes, para que le infundierais valor a fin de arrojar de nuestra tierra al audaz invasor.
Dispersados por las fuerzas de la poderosa Albión los soldados de nuestra defensa, en las prime-ras embestidas, ¿a quien habían de acudir en medio del peligro, sino a Vos que erais la Madre del pueblo? Y a Vos acudieron, y con vuestro aliento y con vuestro nombre en los labios, salvaron al pueblo de la extraña dominación y de una herejía que había de seguirla, privándonos de vuestro culto y, con él, del consuelo y la dicha de nuestros devotos corazones.
Virgen de Luján, seguid velando en defensa nuestra, para que nuevas herejías no vengan a invadir nuestra tierra, a fin de que vuestro culto reine siempre entre nosotros, y si en mala hora cayera sobre la patria la tempestad de doctrinas malsanas, dadnos otra vez fuerza y valor para vencerlas y ahuyentarlas de nuestro pueblo.
Deprecaciones
Poderosa Señora, destruid las fuerzas del príncipe de las tinieblas, cada vez que pretenda invadir el pueblo de vuestro amor.
Dios te salve, María…
Salvadnos oh María, de la invasión del error; conservadnos en nuestra fe y que no haya nada en el mundo que sea capaz de arrancarnos de vuestros brazos de cariñosa Madre.
Dios te salve, María…
Iluminad, Señora, la mente de vuestros devotos, esclareced su conciencia, santificad su corazón, para que puedan descubrir los engaños de sus enemigos y rechazar las dádivas con que se quieren comprar sus creencias.
Dios te salve, María…
SEXTO DÍA
¡Reina del Plata! ¡Cómo no llamaros así, si nuestro pueblo os debe la vida de su libertad! /Madre de la Patria! ¡Cómo no llamaros así, si nuestro pueblo nació en vuestros brazos! ¿Qué significan esos trofeos gloriosos: esas banderas ; esas espadas, que penden de los muros de vuestro san-tuario y a los pies de vuestra imagen?
¡Ah! ¡Es la gratitud de la patria a la Madre de su libertad!
Ante vuestras aras, se postraron los libertadores: los que no pudieron llegar a vuestro santuario, pidieron las plegarias de sus capellanes, implorando vuestra ayuda, en la gran cruzada de la liber-tad.
Triunfaron, después, en sus homéricas luchas y no olvidaron que las hogueras de gloria, que se encendieron en Salta y Tucumán, en Maipo y Chacabuco, procedían de la chispa de vuestros amo-res con que caldeásteis el corazón de los héroes e iluminásteis el sendero de sus hazañas. Por-que Vos, que habíais venido prodigiosamente a esta tierra feliz, la sacásteis del dominio extraño para hacerla libre, a fin de que consciente de sus destinos, marchara por la senda de la prosperi-dad, a la par de los pueblos independientes. Porque, por eso, escuchásteis las plegarias de los grandes capitanes, que después de sus acciones guerreras reconocieron, agradecidos, vuestra intercesión en favor de la patria.
¡Oh trofeos gloriosos colocados al pie de María de Luján: decid a esa Reina de la Patria, a esa Ma-dre del pueblo, que diez millones de argentinos le agradecen ,hoy su auxilio en favor de la libertad de la patria y que claman, ante Ella, para que siempre sea el escudo de nuestra nación; que con-serve a su pueblo, que guíe a nuestros gobernantes y que se muestre siempre nuestra Madre, y que nosotros no nos hagamos indignos del nombre de hijos suyos, olvidando sus beneficios y la gratitud que le debemos por habernos dado la libertad, el más preciado don que Dios ha concedi-do al hombre.
Deprecaciones
Virgen de Luján, en vuestros brazos,. nació el pueblo argentino; sed su Madre, al través de todos los tiempos.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, Madre de la patria; guiadla siempre por el sendero de la dicha y de la prosperidad.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, Madre de nuestra libertad; velad continuamente, por esa, libertad y que el pueblo argentino no sea jamás esclavo y mucho menos esclavo de las pasiones y de los vicios, que constituyen la peor de las esclavitudes.
Dios te salve, María…
SÉPTIMO DÍA
Virgen de Luján: el pueblo de vuestros amores, por quien tantos prodigios habéis obrado, cal-mando sus penas, llenando sus anhelos, librándolo de los peligros y dándole la libertad, no olvida vuestros favores, por doquier publica vuestra bondad de Madre y hace surgir del fondo de su co-razón, una nota solemne de gratitud, hacia Vos.
Mirad cómo en devotas peregrinaciones acude a vuestro santuario. Son miles y miles los romeros que se apiñan, periódicamente, en vuestra basílica, con la plegaria ferviente y el elogio cálido en sus labios Todos se disputan el honor de llegar al camarín donde mora vuestra milagrosa efigie, y forman compactas columnas frente a vuestras aras. Son los padres y los hijos, los pobres y los ricos, los sabios y los ignorantes, sacerdotes, militares, magistrados, en una palabra, es el pueblo entero que se postra a vuestros pies. Todos han recibido vuestros favores, todos han pasado vuestro poder y van a rendiros su gratitud y a implorar, nuevamente, vuestra protección.
¡Oh, Madre! ¡Qué inmenso hogar habéis formado entre nosotros! Mirad: Todos son hijos vuestros. Recibidlos a todos, bendecidlos, alentadlos. Muchos serán hijos pródigos, que vuelven al hogar materno por haber oído vuestro llamado. ¡Que encuentren en Vos, la maternal misericordia!
Muchos serán, como el joven del Evangelio, hijos fieles desde sus primeros años. Fortaleced su fe para que la conserven siempre. Y así, unos y otros continúen llenando vuestro templo, formando esas columnas grandiosas de peregrinos que os visitan, y sean ejemplo para los demás y porta-voces de vuestros amores, a fin de que no quede un solo habitante de la Argentina que no os visi-te en Luján, en vuestro camarín, en ese tabernáculo de vuestro amor y manantial de vuestras gra-cias.
Deprecaciones
Virgen de Luján, contemplad a vuestros hijos, al pie de vuestro trono. Vienen a imploraros. No desoigáis sus ruegos.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, contemplad a vuestros hijos, al pie de vuestro trono. .Vienen a agradeceros vuestros favores. Aceptad el homenaje de su gratitud
Dios te salve, Maria…
Virgen de Luján, grande es el número de vuestros devotos. Multiplicadlos, aún, como las estrellas del cielo y las arenas de la mar.
Dios te salve, María…
OCTAVO DÍA
¡Reina de la paz ! Así os proclama la Iglesia, y bien que lo sois, Santísima Virgen María ¡Cuánta calma no habéis llevado a los corazones en las horas de las grandes angustias!
La paz, la hermosa paz del corazón, nos ha venido de Vos, Señora, porque lo mismo en los peli-gros corporales como en los del alma habéis sido nuestro consuelo, unas veces salvando nuestra vida material con vuestro auxilio, y otras nuestra vida espiritual, haciéndonos encontrar la gracia que habíamos perdido. ¡Reina de la paz! Pero para nosotros lo habéis sido, de una manera espe-cial, bajo el título de Virgen de Luján.
Todos aun lo recordamos. Eran aquellos días de angustia en que el cóndor transandino miraba, de hito en hito, el sol de nuestra bandera. La guerra, la devastadora guerra, amenazaba nuestra paz y ya la intranquilidad invadía el hogar, la sociedad y la nación.
¡Qué cuadro de desolación, aun concientes de nuestro poder, se presentaba a nuestros ojos! Pero acudimos a Vos y ante vuestro altar os dijimos: Reina de la paz, rogad por nosotros, y prodigio-samente quedaron unidos en estrecho nudo, frente a vuestro camarín, el tricolor de la bandera chilena y el bicolor celeste y blanco de nuestro pabellón.
Y aún están a vuestros pies, simbolizando a los dos pueblos hermanos, que os proclaman la Re-ina de la paz. ¡Reina de la paz! En vuestras manos está nuestra paz. Que jamás ella sea turbada por el fantasma de la guerra: que nunca nuestros fértiles campos se inunden con la sangre de vuestros hijos, y si alguna vez, por nuestras deslealtades, merecemos ese castigo, que sea sólo en parte, Protectora de nuestro pueblo, para que traigamos también, a vuestros pies, los trofeos de la victoria, como los trajeron nuestros heroicos generales en las horas de la libertad.
Deprecaciones
Virgen de Luján, que la paz reine siempre en este pueblo, que confía en Vos.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, alcanzadnos la gracia de vivir, continuamente, en paz con nuestro Dios, sin que el grito de rebeldía de Lucifer suene jamás, en nuestros labios.
Dios te salve, María…
Reina de la Paz, rogad siempre por nosotros.
Dios te salve, María…
NOVENO DÍA
¡Virgen querida de Luján! Tres siglos han pasado, desde aquel día glorioso para nuestra tierra, en que os quedásteis en los campos de Luján, para elegir y santificar nuestro pueblo, a fin de que vuestro nombre permaneciera, entre nosotros, eternamente. Desde entonces, puede decirse que han pasado tres siglos de favores vuestros en beneficio del pueblo argentino. ¡Cómo hemos res-pondido a tanta generosidad! ¡Cómo hemos pagado tanto amor!
¡Ah, Señora! Todo es poco para vuestra gloria. Pero no os hemos olvidado y os pedimos que aceptéis el obsequio humilde de nuestra gratitud.
Pobre, pequeño era vuestro primer santuario. Os debíamos un trono mejor y el caudal del rico y el óbolo del pobre fueron colocando, una a una, las piedras de la basílica, que hoy es vuestra mora-da de Reina. Pobre, humilde era vuestra veste y la corona que ceñía vuestras sienes de emperatriz y el caudal del rico y el óbolo del pobre fabricaron la diadema de oro y de perlas, que adorna vues-tra frente.
Obras materiales, tienen sobre su valor de tales, un valor digno de Vos. Cada piedra de vuestro templo, cada perla de vuestra corona es un corazón argentino rendido a vuestros pies, un corazón argentino, cuyo amor hacia Vos, tiene la eternidad de la piedra y cuya fe resplandece, con más luz que todos los diamantes de la tierra. Las flechas de sus campanarios que rasgan las nubes, son las oraciones fervientes del pueblo, que aspiran llegar a vuestro trono celestial y la bronceada voz de sus campanas es el himno elevado a vuestra historia y que repiten, sin cesar, los labios de vuestros hijos.
En una palabra, todo es la gratitud del pueblo argentino, a Vos, Virgen Santísima, Fundadora de la Villa de Luján, protectora del pueblo, Reina de la patria, Generala de sus ejércitos, Madre de su libertad!
Deprecaciones
Virgen de Luján, coronada por la gratitud de vuestro pueblo, hacednos dignos de conseguir la corona de la inmortalidad.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, a quien nuestra piedad ha erigido un santuario, convertid nuestros corazones en verdaderos santuarios de virtud y santidad.
Dios te salve, María…
Virgen de Luján, bendecid los pueblos, en cuyo templo, se os ha erigido un altar; bendecid los hogares, de cuyos muros penda vuestra imagen; bendecid las congregaciones, que llevan vuestro nombre; bendecid a los que prendan sobre sus pechos, vuestra medallas y escapularios; bendecid
a todos los que propaguen vuestra devoción y finalmente, bendecid a los que pronuncien vuestro nombre, con devoción y amor.
Dios te salve, María…
Oración Conclusiva
Omnipotente y sempiterno Dios, que habéis dispuesto que la Santísima virgen sea nuestra inter-cesora, ante vuestro divino poder; aceptad propicio nuestra devoción hacia Ella, bajo el título de Ntra. Sra. De Luján, a fin de que por sus méritos y por sus ruegos, obtengamos el don de vuestra santa gracia, en la vida y la dicha de nuestra salvación en el cielo. Amen.