«¡Queridos hijos! Os he elegido, apóstoles míos, porque todos lleváis dentro de vosotros algo hermoso. Vosotros me podéis ayudar a fin de que el amor por el cual murió mi Hijo, y luego resucitó, venza nuevamente. Por eso os invito, apóstoles míos, a que en toda criatura de Dios, en todos mis hijos, procuréis ver algo bueno y a que intentéis comprenderlos. Hijos míos, todos vosotros sois hermanos por el mismo Espíritu Santo. Llenos de amor hacia mi Hijo, podéis hablar de lo que sabéis a todos aquellos que no han conocido ese amor. Vosotros habéis conocido el amor de mi Hijo, habéis comprendido su Resurrección y ponéis vuestros ojos con alegría en Él. Mi deseo maternal es que todos mis hijos estén unidos en el amor a Jesús. Por eso os invito, apóstoles míos, a vivir la Eucaristía con alegría, porque en la Eucaristía mi Hijo se os da siempre de nuevo, y con su ejemplo os muestra el amor y el sacrificio por el prójimo. ¡Os doy las gracias!»