“Queridos hijos, hoy los invito a vivir profundamente su fe y a que oren al Altísimo para que la fortalezca, de manera que los vientos y tempestades no la puedan quebrantar. Que las raíces de su fe sean la oración y la esperanza en la vida eterna. Y desde ahora, hijitos, trabajen en sí mismos en este tiempo de gracia en que Dios les concede la gracia para que, por medio de la renuncia y el llamado a la conversión, sean personas de clara y perseverante fe y esperanza. Gracias por haber respondido a mi llamado.”