Tenemos que construir un presente liberándonos
del pasado, de aquello que en una situación dada nos hizo daño y para
esto hay que saltar algunos obstáculos que la vida nos depara.
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Se trata de aprender que esos obstáculos no se pasan si antes no se produce un aprendizaje.
Las cosas que nos suceden están en nuestra vida para que aprendamos de ellas porque sino aprendemos se volverán a repetir.
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Los obstáculos que no se superan producen enojos
y broncas que se estacan en nosotros y no nos permiten continuar de una
manera sana con nuestra vida.
Cuando hablamos de un duelo, hablamos de la
sensación de pérdida de algo o de alguien en nuestra vida, pero existen
diferencias entre el dolor y el sufrimiento:
Porque el dolor es el tránsito por un espacio que me genera una sensación de estar herido por dentro.
El sufrimiento es quedarse a vivir en ese lugar de dolor y no poder salir de el.
El dolor en si es saludable si consideramos que nos
permite ver que algo dentro nuestro nos está causando daño, es una
llamada de atención a la que tendremos que ir para poder sanar.
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La protesta difiere de lo que es la queja.
Siempre es saludable hablar sobre aquello que no nos gusta, quejarse es instalarse de manera continua en una protesta.
Poner límites difiere del hecho de aislarse.
Poner límites a alguien y decirle; "hasta acá
llegaste porque no me gusta lo que haces" difiere del hecho de aislarme
de todo y de todos porque no puedo o no se poner límites para que no me
sigan lastimando.
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Es como si uno dijera “bueno no me enamoro mas de nadie porque la última vez que me enamore me lastimaron”,
de alguna manera me aíslo, me preservo de... para que no me vuelva a suceder lo mismo.
La bronca como manifestación de desagrado difiere del enojo.
Para dar un ejemplo es como si me entrara una
basura en el ojo, me enojo, me siento irritado, me siento molesto, no
veo con claridad nada, estoy fastidioso y muchas veces terminamos
enojándonos con quien no lo merece.
Entonces y solo entonces, habrá que aprender a
poner en palabras esa bronca y decir “Esto no me gusta” porque si no lo
hago seguramente esa bronca contenida se transformará en enojo.
Decía Aristóteles: “Enojarse es fácil, pero
enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, en el
momento adecuado eso es cosa de sabios”.
Muchas veces la bronca contendida me lleva al enojo y ese enojo me genera angustia y cuesta manejarlo.
Y esto sucede porque en muchas ocasiones sentimos
temor de decir lo que nos pasa por miedo a que nos dejen de querer, de
que nos dejen de aceptar, de que el otro sea quien se enoje con
nosotros.
Muchas veces nos guardamos dentro lo que queremos decir porque pensamos que si lo decimos tal vez lastimemos al otro,
cuando en verdad a quien nos lastimamos es a nosotros mismos.
A veces preferimos transitar el camino de enojarnos
en silencio en vez de hablar o explicar lo que sentimos, o bien
aislarnos cuando en realidad así estamos pagando un precio que no
queremos ni debemos pagar.
Cuando el enojo se instala, el enojo guardado
comienza a doler y nos conduce al rencor, y del rencor pasamos al
resentimiento el cual no tiene salida porque es como quedarse atrapado
en una situación de la que cuesta mucho poder salir.
Muchas veces guardamos resentimiento contra
alguien que ya no está presente en nuestra vida y nuestro problema no
está en el afuera, está dentro nuestro,
con todo aquello que el otro dejó instalado dentro
mío, llamémosle, palabras hirientes, actitudes que no podemos olvidar y
la falta de todo aquello que necesitábamos de esa persona.
Lo importante entonces no es su ausencia sino la
presencia en mi vida de todo lo que me faltó del otro, de aquello que
la otra persona no pudo o no quiso darme.
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El perdón se construye,
se aprende,
uno aprende a perdonar, no nace solo, se construye en
el día a día hasta que llegue un punto en que no nos haga falta que
venga el otro a pedirnos perdón,
simplemente se perdona construyendo nuestra propia capacidad de perdonar,
porque perdonar es liberador para quien perdona no para quien recibe nuestro perdón.
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Habrá entonces que sacar todo afuera para que adentro nazcan cosas nuevas,
como la confianza, el amor, la compasión que me va a
conducir al perdón para librarme de todo aquello que me daña y poder
seguir adelante.
"He dejado de ser para encontrarme,
buscando detrás de lo que otros esperan de mi".
"He dejado de ser para buscarme, por debajo de lo que otros dicen que soy".
"He dejado de ser y me he encontrado,
olvidando temores cara a cara conmigo,
transparente y desnudo".
"He dejado de ser para brindarme sin pretensiones,
ni competencias, sin miedos, ni apuros ni exigencias, para compartir y entregarte esto que soy,
sin que importe ya más lo que he sido."
Jorge Bucay, de su programa "El buscador" 2002.