El gobierno chiapaneco se enorgullece de la construcción de la autopista que unirá San Cristóbal de las Casas con Palenque, las dos ciudades más turísticas de Chiapas. Pero el proyecto deteriorará la estructura tradicional de los pueblos indígenas tzotziles, tzeltales y choles y acelerará el saqueo y la depredación de sus territorios, ricos en biodiversidad y en cauces naturales de agua, para abrir paso a inversiones turísticas, agroindustriales y mineras, que ya se encuentran en marcha en diversas regiones de Chiapas.
El proyecto atraviesa las montañas donde por siglos se ha desarrollado la cultura maya, una de las más fuertes del mundo mesoamericano. La ruta va de la montaña a la planicie, a través de bosques, selvas y cañadas. La autopista es la columna vertebral de un plan turístico para la región que comprende además numerosas obras de infraestructura. Así, la autopista plantea un problema social político y ambiental para centenas de miles de indígenas que ancestralmente han vivido en la región conservando sus valiosos recursos naturales. Lo que es presentado como “normal y deseable”, por formar parte del llamado “desarrollo”, no coincide con las demandas históricas de los pueblos. Pese a que ha habido amenazas y hostigamientos por paramilitares al servicio del poder contra las comunidades afectadas, se ha generado igualmente una gran resistencia en toda la región.
Al mismo tiempo que el gobierno intenta convencer de que ser campesino no tiene futuro y hay que servir al turismo, intenta dar vía libre a sus planes de priorizar a los coches y el flujo comercial. En este contexto, ha determinado que la “dispersión poblacional es una de las causas de la pobreza”. Con este argumento, presenta diferentes proyectos para “concentrar” a los campesinos “dispersos”, acelerando la urbanización del agro chiapaneco. Así avanza el proyecto de “ciudades rurales” que ofrece materiales de construcción para viviendas baratas a cambio de las codiciadas tierras de los indígenas. Esto los “salvará” del “aislamiento” concentrándolos en guetos urbanizados para que cambien de vida y trabajo, y dependan aún más de la inversión pública y la beneficencia del Banco Mundial.
La autopista tendrá un recorrido de 160 kms. con un ancho de 21 metros para cuatro carriles centrales y una barrera central. Sería financiada mayormente con fondos federales y del Banco Interamericano de Desarrollo. A lo largo de este trazo, el gobierno planea, además, desplazar vegetación natural de selva y cultivos indígenas tradicionales, para favorecer plantaciones comerciales de especies exóticas como la palma africana, anunciando que todas estas obras “beneficiarían” a más de medio millón de personas, a lo que representantes de la comunidad tzotzil afectada de Mitzitón responden: “No es posible que los lobos empresarios y el mal gobierno se alimenten a costas de nuestras tierras, donde ellos ganaran mucho dinero y nosotros quedaremos como siempre, en la pobreza y la marginación”.
Aunque se trata de un plan gubernamental muy difundido, que formaría parte del plan oficial de carreteras, los gobiernos federal y estatal no hacen públicos ni facilitan los planos del trazado de la anunciada autopista, así como sus costos ni otras características, los cuales permanecen en riguroso secreto.
Una vez más se plantea la pregunta ¿qué es más importante, la integridad de las comunidades ancestrales y de sus territorios biodiversos, o el “desarrollo” de los negocios de empresas e inversionistas que no viven en esos tierras ni tienen ningún derecho sobre ellos. La respuesta de las comunidades es: “Hacemos un llamado a todas y a todos los pueblos donde afecte el paso de la autopista san Cristóbal – Palenque, a que se organicen y defiendan sus derechos de tierra y territorio”.
Apóyeles firmando una carta de protesta dirigida a los gobiernos federal y estatal.
(La foto es de Moisés Zuñiga, de La Jornada).
Saludos de Mercedera.