Estamos acostumbrados a ver la negatividad que existe en el mundo,
sin embargo, al dirigir constantemente nuestra relación hacia ella
no hemos conseguido cambiarla por lo mejor.
Tenemos que ser conscientes de que donde quiera que se dirijan
mis pensamientos es ahí donde irá también nuestra energía.
Concentrándonos ahora en el aspecto positivo de nosotros mismos,
hacemos algo constructivo para llevar a cabo en nosotros
y en nuestro entorno inmediato.
Esto se puede entender como el mayor desafío de nuestros tiempos
para el que necesitamos valentía y autoconfianza.
El pensamiento es como una semilla,
cada pensamiento produce su flor y su propio fruto.
Es decir, los pensamientos pueden ser
constructivos o destructivos,
amorosos o rencorosos,
de felicidad o depresivos.
Cuando somos capaces de entender y utilizar esta energía de la mente,
entonces la podemos canalizar para producir aquellos "frutos"
que nos proporcionan más felicidad y contentamiento.