Se llama intelecto.
El trabajo de la mente es crear pensamientos,
luego éstos se convierten en palabras y acciones.
Las impresiones son características de la personalidad
que constantemente alimentan a la mente
y determinan la creación con las influencias exteriores.
Estos rasgos o hábitos trabajan automáticamente.
Por ejemplo, si desde niño se me ha dicho que
no soy bueno, que no valgo, etc.
si esto lo oigo de la familia, en el colegio y en otros lugares,
al cabo del tiempo se desarrolla un sentimiento de inseguridad
que arraiga profundamente en la personalidad.
De hecho se convierte en la personalidad y por eso se dice
que esa persona no tiene confianza en sí misma,
no tiene autorespeto, depende de la opinión de los demás, etc.
Así que, ¿cómo revisarse y cambiar?
¿cómo hacer que estas impresiones paren de crear automáticamente
patrones de pensamientos y de acciones negativas?
La respuesta es utilizar el filtro del intelecto en el ser.
Cuando hay un objetivo de cambiar,
para ser más positivo y mejor,
reside en uno mismo no en ningún poder exterior.
El intelecto, cuando está atento, puede desapegarse
y observar los hábitos y cómo influyen al ser.
Con práctica el intelecto aprende a filtrar
lo que es correcto de lo incorrecto e intenta poner sólo
los pensamientos correctos en la mente.
Es muy importante darse cuenta que tenemos este filtro
en nuestro interior que nos permite discernir
y tomar decisiones precisas y beneficiosas.
Sin embargo, a menudo, aunque el intelecto
se de cuenta de lo que es correcto e incorrecto,
no hay el poder para poner lo correcto en la práctica.
Especialmente cuando uno se ha hecho adicto a cierto hábitos
o impresiones subconscientes es como imposible