En un estudio de la revista 'Journal of Epidemiology and Community Health' citado por '
The Guardian' los científicos confirman que junto con la comida consumimos pequeñas dosis de las sustancias sintéticas que componen el embalaje. Aunque esas dosis no son perjudiciales por sí mismas, nadie sabe cómo pueden comportarse en nuestro cuerpo
con el paso de los años.
Comentan que alg
unos componentes potencialmente peligrosos están regulados por ciertas normativas, pero a pesar de eso se usan ampliamente en la fabricación de embalajes de alimentos. Por ejemplo, el
formaldehído, un reconocido cancerígeno, se usa legalmente en la producción de botellas de plástico para refrescos y de cubiertos de melamina.
En total han detectado más de 400 sustancias, algunas de las cuales influyen en la secreción de hormonas, una alteración que los análisis toxicológicos regulares no revelan. Pero demostrar
los efectos permanentes de estos materiales en nuestro organismo se enfrenta a un obstáculo. No hay grupos lo suficientemente grandes de personas que no consuman ningún tipo de comida fabricada, embalada o almacenada en contacto con los productos examinados. Según los estudios, todos tenemos trazas de estas sustancias en nuestros cuerpos y no es posible realizar ninguna comparación.
El estudio es muy necesario para mostrar las potenciales relaciones entre los materiales que entran en contacto con la
comida y enfermedades crónicas como el cáncer, la obesidad y la diabetes, así como enfermedades neurológicas e inflamatorias, cuyo origen normalmente se atribuye a la contaminación del medio ambiente.