Busco aprender y crecer en comprensión espiritual.
La vida me insta a avanzar en mi jornada de crecimiento y práctica espirituales. Mas periódicamente anhelo algo más. Quizás un susurro interno me aliente a explorar una profundidad mayor o un acontecimiento propicie un nuevo capítulo en mi vida. La vida es una serie de finales, nuevos comienzos y transformación.
Soy más que mi ser físico, que mi trabajo y que los papeles que desempeño en mi vida. Aunque estos aspectos me ofrecen significado y satisfacción, entretejida en ellos está mi búsqueda de crecimiento en comprensión espiritual. Incluyo tiempo cada día para la reflexión, la oración y la meditación, porque ellas me alientan y fomentan mi deseo de conocer y expresar más de mi naturaleza divina.
A partir de este momento les daré a saber cosas nuevas y secretas que no conocían.—Isaías 48:6
La paz es mi aliento y la serenidad es el latido de mi corazón.
Existe un ritmo básico en mi cuerpo que está en armonía con la conciencia divina. Esta cadencia sagrada también está en todos los seres vivos.
Al aquietar mi mente y enfocar mis pensamientos en el compás natural de mi cuerpo, creo un ambiente vital de sosiego y paz que fomenta mi bienestar. Cuando practico centrar mi atención en mi respiración, mi cuerpo y mente se aquietan instintivamente y los latidos de mi corazón se nivelan.
Al prestar atención a los ritmos de mi cuerpo, descanso en un estado de paz profunda. A través de todo mi ser, experimento una sensación de armonía, aceptación y consuelo. Al continuar respirando, estoy consciente del Espíritu todopoderoso que respira por medio de mí.
En todos nosotros hay un espíritu; el soplo del Todopoderoso nos da entendimiento.—Job 32:8
La base familiar de un hogar proporciona más estabilidad que los ladrillos y el cemento. Cuando las personas en una casa viven partiendo de la comprensión de que el espíritu de Dios está en cada una de ellas, ese hogar se convierte en un oasis de paz y amor que no puede ser abatido.
Bendigo mi hogar con comprensión. Afirmo la presencia de Dios en toda mi casa. El ambiente afable de mi hogar envuelve con amor y respeto a todos los que entran a él.
La indiferencia o la discordia no son bienvenidas y se disipan por la falta de aceptación y atención. Existe una unidad de espíritu y amor que prevalece durante cada conversación, comida y actividad.
Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa.—Lucas 10:38
La gratitud es una actitud llena de esperanza. Hoy tomo tiempo para dar gracias por todo. Incluso traigo a la mente personas, situaciones y experiencias que he catalogado como retadoras para reevaluarlas a través de la divinidad en mí.
Doy gracias por toda relación personal, aun las difíciles, porque me han ayudado a avanzar en mi viaje espiritual. Aprecio cada aspecto de mi vida. Mantener una actitud de gratitud me alienta a ser una mayor y mejor expresión del ser que Dios creó.
Siento agradecimiento por todo lo que soy y seré. Me sé bendecido. Con el corazón lleno de contento digo: “Gracias, Dios, por la vida, la libertad, la provisión y el amor con los cuales me bendices diariamente”.
Ustedes, pueblo fiel del Señor, ¡canten salmos y alaben su santo nombre!—Salmo 30:4