Seguir la guía del Espíritu requiere fe de mi parte. En momentos callados de oración y contemplación, reconozco que la esencia divina mora en mí porque soy una creación de Dios. Como tal, vivo de adentro hacia afuera; siempre acudiendo primero al Espíritu morador por dirección.
Yo soy guiado por la chispa divina del conocimiento y amor infinitos. El potencial para ser todo lo que puedo ser está siempre en mí. Creo, y llevo esa creencia al último nivel de satisfacción cuando vivo en esa fe.
El velo de mi una vez limitada conciencia se cae y ahora veo claramente a través de los ojos del Espíritu.
Sigo mi guía con fe y gratitud.
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.—Juan 8:12