Cada vez que inspiras y espiras, participas en un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y espiritual. Con cada inhalación absorbes el oxígeno y el nitrógeno que necesitas para existir, y con cada exhalación devuelves el anhídrido carbónico del que se nutre todo el mundo de las plantas. El ciclo de dar y recibir generosamente es exactamente el mismo que el acto de respirar.
Mira a tu alrededor y observa que todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del pájaro y así sucesivamente.
Todo eso tiene que producirse aquí, en este universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata simplemente, de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El hierro de tu corriente sanguínea forma parte de la infinita oferta de hierro que regresará de otra forma una vez que tú hayas abandonado el mundo físico, quizás en las alas de un murciélago. Tú aportas tu propia oferta de hierro y tomas lo mismo. Dar y recibir es una función natural de la vida.
Tú envías energía amorosa para conectarte con aquello que deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante, puedes interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarte egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y detener el flujo de energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez es obra del ego, que siempre se siente incompleto porque está convencido de hallarse separado de Dios.
El flujo natural de dar y recibir puede detenerse con la tacañería y la acumulación. El proceso funciona de la misma forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son devueltos multiplicado por diez. En realidad, en eso consiste precisamente la manifestación.
Wayne Dyer.