La Dependencia...
Caminaba distraídamente por la calle, cuando la vio.
Era una enorme y hermosa montaña de oro.
El sol de daba de lleno y al rozar su superficie
reflejaba tornasoles multicolores,
que la hacían parecer un personaje
galáctico salido de una película de fantasía.
Se quedó un rato mirándola, como hipnotizado:
-¿Tendrá dueño?– pensó.
Miró para todos lados, pero nadie estaba a la vista.
Al fin, se acercó y la tocó.
Estaba tibia... Pasó los dedos por su superficie,
y le pareció que su suavidad era la correspondencia
táctil perfecta de su luminosidad y de su belleza.
-La quiero para mí- pensó.
Muy suavemente la levantó y comenzó a caminar
con ella en sus brazos, hacia las afueras de la ciudad.
Fascinado, entró lentamente en el bosque y se dirigió
al claro. Allí, bajo el sol de la tarde,
la colocó con cuidado en el pasto y se sentó
a contemplarla.
-Es la primera vez que tengo algo valioso, y que es mío...
- ¡Sólo mío! –
pensaron los dos simultáneamente.
Cuando poseemos algo,
y nos esclavizamos de ese algo...
¿Quién tiene a quién?
Jorge Bucay
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