
Luis de Góngora
Frescos airecillos
Frescos airecillos, Que a la Primavera Le tejéis guirnaldas Y esparcís violetas,
Ya que os han tenido Del Tajo en la vega Amorosos hurtos Y agradables penas,
Cuando del estío En la ardiente fuerza Álamos os daban Frondosas defensas;
Álamos crecidos De hojas inciertas, Medias de esmeraldas, Y de plata medias;
De donde a las ninfas Y a las zagalejas Del sagrado Tajo Y de sus riberas
Mil veces llamastes Y vinieron ellas A ocupar del río Las verdes cenefas;
Y vosotros luego Calándoos apriesa Con lascivos soplos Y alas lisonjeras,
Sueño les trajistes Y descuido a vueltas, Que en pago os valieron Mil vistas secretas,
Sin tener del velo Envidia ni queja, Ni andar con la falda Luchando por fuerza;
Ahora, pues, aires, Antes que las sierras Coronen sus cumbres De confusas nieblas,
Y que el Aquilón Con dura inclemencia Desnude las plantas, Y vista la tierra
De las secas hojas, Que ya fueron tregua Entre el Sol ardiente Y la verde yerba;
Y antes que las nieves Y el hielo conviertan En cristal las rocas, En vidrio las selvas,
Batid vuestras alas, Y dad ya la vuelta Al templado seno Que alegre os espera.
Veréis de camino Una Ninfa bella, Que pisa orgullosa Del Betis la arena,
Montaraz, gallarda, Temida en la sierra Más por su mirar Que por sus saetas;
Ahora la halléis Entre la maleza Del fragoso monte Siguiendo las fieras;
Ahora en el llano Con planta ligera Fatigando al corzo, Que herido vuela;
Ahora clavando La armada cabeza Del antiguo ciervo En la encina vieja;
Cuando ya cansada De la caza vuelva A dejar al río El sudor en perlas;
Y al pie se recueste De la dura peña, De quien ella toma Lección de dureza;
Llegaos a orealla, Pero no muy cerca, Que lleváis suspiros Y ha corrido ella.
Si está calurosa, Soplad desde afuera, Y cuando la ingrata Mejor os entienda,
Decidle, airecillos: «Bellísima Leda, Gloria de los bosques, Honor de la aldea,
Enfermo Daliso Junto al Tajo queda Con la muerte al lado Y en manos de ausencia;
Suplícate humilde Antes que le vuelvan Su fuego en ceniza, Su destierro en tierra,
En premio glorioso De su amor, merezca, Ya que no suspiros, A lo menos letra
Con la punta escrita De tu aguda flecha, En el campo duro De una dura peña
(Porque no es razón Que razón se lea De mano tan dura En cosa más tierna),
Adonde le digas: —Muere allá, y no vuelvas A adorar mi sombra Y a arrastrar cadenas—.



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