Oscar Castro
Romance de hombre nocturno
Mi yegua subía, lenta con firmes pasos de bronce. La noche de crucifijos fulgía sobre los montes.
Andaba el agua desnuda En claras conversaciones Con los grillos y las piedras Y las huidas canciones
' Es mala la noche amigo, y en el monte andan ladrones'
¡Buen viejo!, me lo decía allá en el campo de trojes y un sobresalto rondaba por sus pupilas de azogue.
Pero era buena la sombra Madura de oros y olores ¿Miedo?, mi yegua era firme y yo llevaba un revolver en el cinto y en el pecho, un ancho corazón de hombre.
Sin embargo, sin embargo, mi mano sobresaltose. Cuatro jinetes venían, Pausados bajando el monte. Los vi recortarse, negros Contra las constelaciones.
Mi bestia irguió las orejas en agudos aguijones Y la estría de un lucero Rieló sobre mi revolver.
¡Quién va!
Los vi detenerse, y mi voz multiplicose rebotando en los picachos como en cojín de resortes.
Cruzaba en ese momento un paso de angostos bordes: A la derecha, el abismo, tinta o residuo de noche; adelante, los jinetes; a la izquierda - muro- el monte.
Seguí avanzando en la sombra, hacia las sombras inmóviles. traspuesto el paso difícil, me tropecé con sus voces:
- ¿Adónde marcha el amigo? - Al pueblo de más al norte.
Me esperan mi vieja madre Y mis hermanos menores. Los dejé un día de marzo; Cinco años van desde entonces.
Ancha mi voz y serena; La suya opaca y de cobre Miré brillar las pupilas en un fulgor de emociones.
- Acompañaré al amigo hasta que trasponga el monte.
Cinco jinetes tomaron Rumbo a las constelaciones Bajaron cinco jinetes Con firmes pasos de bronce.
Cuatro pararon de pronto Y el otro siguió hacia el norte, Después de estrechar las manos Tendidas de los cuatro hombres.
Clareó mas tarde en el cielo. Amanecer de limones. Palabras de agua liviana. Pájaros madrugadores
Cerca, maitenes y boldos; lejos, Rancagua y sus torres; y entre sus casas, mi casa, con ciruelos y parrones ¡y mi madre con sus ojos de mares y horizontes!
Detrás el recuerdo grande de un bandido que era un hombre.
|