Jorge Carrera Andrade
Boletín de viaje
Sobre el tejado del mundo puso el gallo a secar su canción de colores. La Luz era ya pesada como un fruto.
Sus tablas de la ley me entregó el campo. De la misma madera de la cruz estaba hecho el arado.
Era un anillo de dolor la línea ecuatorial en el dedo del corazón.
En la nave de veinte cornetas embarqué mi baúl de papagayos hacia otro extremo de la tierra.
Ardía el alfabeto de las constelaciones. Giraban gozosos los puertos niños en el carrusel del horizonte.
Se amotinaron los mares y los cuatro vientos contra mi sueño almirante.
Ancla: trébol de hierro. Te arrojó el Capitán al continente antiguo. Vi las torres cargadas con sus sacos de nubes y las grúas cigüeñas con su cesta en el pico.
Europa hacia andar con su ritmo de aceite los arados mecánicos. Con su pajita tornasol la espiga chupaba el calcio.
Mas, toda la alegría del mundo al subir por las chimeneas se convertía en humo.
En la hoja en blanco de la harina imprimían los molinos la arenga proletaria de la espiga.
Las ciudades se hablaban a lo largo del aire. Descubrí al hombre. Entonces comprendí mi mensaje.
|