Luis Cañizal de la Fuente
TOCAN EL CLAVE CON EL CARRICK PUESTO
Y parados en pie. Tocan el clave como el que elige con sonrisa y manos entre la vasta gama de la pesebrera. Lo que escogen es prisma de anisados, lascivo desperezo de humo azul en pijama, niebla constituida y olor de lumbre abril. Mientras tanto, ya el clave rompe a trotar haciendo trenzas de agua, remolinos minúsculos, cantos ensimismados, como si no fueran los hombres de Estremoz los que consiguen que se ponga talar hasta las barbas, a semejanza de ellos y de ciertos envueltos de tabaco para insistir revolcándose en los graves. Salen transfigurados del café: campaneando como cruz alzada y embarrancados en la culpa, al tiempo que redimidos de ella. No sé si me explico. Todo por obra y gracia de unas hidroterapias al clave bien tostado. Salen al implacable frío de las placetonas anegadas de niebla, y no saben si han muerto en una de ésas y andan vagando por el trascastillo como por el alfoz helado de la muerte. Todo por obra y gracia de un café al autoclave tomado en Estremoz un lunes de Pasión. Segunda feira, onze de abril de mil e novecentos e setenta e seis.
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