Llevaba al hombro un fardo de años vivos, pero no le pesaban, tan ligeros como globos al sol, multicolores;
llenos todos de afanes explosivos, de ansias vitales y de instintos fieros, y de anticipación, y de temblores.
Siempre a la espera de la aguja osada que le reviente el alma alborotada.
Brevería Nº 2057
Aunque se te espera
Era como si el día hubiera muerto en abandono de silencio y niebla, y extendidas las manos, yo buscara tus ámbitos a tientas. Te habías hecho sombra, o mis pupilas se quedaron ciegas. Siempre habías llegado tan puntual, tan gentil, como la ofrenda que sabe combinar alborozada roja sensualidad, blanca inocencia. Eras la línea curva, y eras también la recta; hecha toda de dedos y de muslos, de cintura, de senos y caderas. Los ojos te miraban como el paisaje que explorar quisieran, o catedral de torres invertidas, o itinerario en que se imprimen huellas que no perturbarán aguas ni vientos, ni otros pies; no hay más pies en esta tierra. Y hoy, de repente, oscuridad y calma, y desaparición de tu silueta. ¿Te has ido ya, o se han evaporado las cosas que te cercan, la luz, el calendario, los colores, el temblor, que establecen tu presencia? En esta oscuridad recién llegada en que mis manos la pared tantean y tropiezan mis pies, siempre en tu busca, me flaquean las piernas, y de llamar tu nombre tengo seca la lengua. ¿Será verdad, tal vez, que ha muerto el día porque no vienes, aunque se te espera?